Santo Cura de Ars en RD 8/8/25
San Juan María Vianney, en una época como la suya, de profunda superficialidad y agitación, en especial, en la vida espiritual, nos legó el celo por la práctica de los dos sacramentos de la perseverancia católica:
La Reconciliación y la Penitencia:
¿Por qué no somos capaces de beneficiarnos más del sacramento de la penitencia? Porque no buscamos todos los secretos de la misericordia del Buen Dios, que no tiene límites en este sacramento. Cuando vamos a confesarnos, debemos entender lo que estamos haciendo. Se podría decirque desclavamos a Nuestro Señor de la cruz. Algunos se suenan las narices mientras el sacerdote les da la absolución, otros repasan a ver si se han olvidado de decir algún pecado… Cuando el sacerdote da la absolución, no hay que pensar más que en una cosa: que la sangre del Buen Dios corre por nuestra alma lavándola y volviéndola bella como era después del bautismo.
La Comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo:
«Si uno tuviera suficiente fe, vería a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras un brisero, como un vino mezclado con el agua. Hay que mirar al sacerdote, cuando está en el altar o en el púlpito, como si de Dios mismo se tratara».