Los apóstoles más cercanos al Señor por su parentela nos enseñan que cuando hay hambre y necesidad nunca la fé, el culto y la caridad están de más, mucho menos se suprimen. Bien sabemos que de ello depende nuestra permanencia y perseverancia en la vida cristiana.

Las raíces y la Identidad para el católico van de la mano. Hay que cultivarlas. No perdamos este tesoro. El más valioso de nuestra existencia que nos han transmitido nuestros padres, familiares y entorno.

Tenemos apenas datos de San Simón Apóstol o el Zelote, el Cananeo, de aquellos que de modo fanático defendían la religión del Templo y a sus sacerdotes de modo beligerante. Todo indica su cambio radical de actitud y proceder a la hora de seguir al Señor.

En cambio, de San Judas Tadeo sabemos por el Evangelio que su padre era pariente de San José de Nazaret, y su madre, de María, la esposa de Cleofás, el discípulos de Emaús.

¡Cuántas personalidades, temperamentos y mentalidades entre los elegidos por Cristo para pastorear a su único rebaño universal!

En el Colegio de los Apóstoles se aprecia la diversidad de carismas y su complementariedad necesaria para promover y enriquecer al pueblo de Dios.

Unidad y Catolicidad. Cada legítimo Pastor tiene su aporte que dar y por un tiempo muy limitado. Y la vida misma sucistará una cadena ininterrumpida según el Corazón de Dios para enfrentar los desafíos y alcanzar las metas de cada etapa de la historia trae consigo a la humanidad.

María, Madre y Reina de los Apóstoles y Pastores de la Iglesia, ruega por nosotros y por toda la humanidad.