Los Santos Obispos, Padres y Doctores de la Iglesia, llamados por el Papa León XIV, los jóvenes nicenos o defensores del Credo de Nuestra de Fé, nos iluminan en Navidad cada inicio de año para agradecer por la fuente de todas las cosas, cobrar nuevas fuerzas para luchar y recuperar el sentido de nuestra existencia.

San Basilio de Cesarea nos enseñó de la Eterna Trinidad que:

La unidad de naturaleza en Dios resulta de las procesiones divinas y de la comunidad de operaciones (Carta 189). El Verbo es el cooperador del Padre en la creación de los seres (Homilía III, IX, Sobre el Examerón). El Espíritu Santo es el soplo divino que pasaba sobre las aguas, que calentaba y fecundaba la naturaleza como un pájaro cubre sus huevos y con su calor les comunica la fuerza vital” (Homilía II Sobre el Examerón).

San Gregorio Nacianceno, su amigo y hermano del alma nos resume el Misterio de la Navidad:

Convenía que la santidad fuese otorgada al hombre mediante la humanidad asumida por Dios; de manera que, habiendo vencido con su poder al tirano que nos tenía sojuzgados, nos librara y atrajera nuevamente hacia sí por medio de su Hijo, que realizó esta obra redentora para gloria de su Padre y que tuvo siempre esta gloria como objetivo de todas sus acciones. Aquel buen Pastor que dio su vida por las ovejas salió a buscar la oveja perdida, por las montañas y colinas donde tú ofrecías sacrificios a los ídolos. Y, cuando encontró a la oveja perdida, la cargó sobre sus hombros —sobre los que había cargado también el madero de la cruz— y así la llevó nuevamente a la vida eterna. La luz brillante sigue a la antorcha que la había precedido, la Palabra a la voz, el Esposo al amigo del Esposo, que prepara para el Señor un pueblo bien dispuesto y lo purifica con el agua, disponiéndolo a recibir el bautismo del Espíritu. Tuvimos necesidad de que Dios asumiera nuestra carne y muriera, para que nosotros pudiéramos vivir. Hemos muerto con él para ser purificados; hemos resucitado con él, porque con él hemos muerto; y con él hemos sido glorificados, porque juntamente con él hemos resucitado.