Nuestros rituales de Iniciación Cristiana y la Plegaria Eucarística II los debemos al Presbítero San Hipólito de Roma.
El único problema es que se levantó como antipapa. Su erudición y su vida espiritual lo enceguecieron. La soberbia y la ambición religiosa le llevo a arrastrar a otros a un lugar oscuro.
El Papa legítimo, San Ponciano, junto al usurpador, fueron martirizados. Previamente en el lugar de su sacrificio hubo una reconciliación y por ello disolución del cisma de los sublevados.
Dios escribe derecho a tiempo para que nos arrepintamos de los caminos torcidos que lamentablemente tomamos.