No es nada prudente salir de la casa innecesariamente tan pronto haya transcurrido el período de la cuarentena declarada oficialmente por el gobierno a causa de la presencia del COVID-19 en República Dominicana, por aquello que planteaba, con preguntas retóricas, en mi reflexión titulada «¿Terrorismo viral dirigido?» del 26 de marzo del año que discurre:

¿Quién garantizará que luego de pasada la cuarentena, de las dos semanas o un mes de enclaustramiento involuntario en el hogar, el COVID-19 no estará al acecho en la esquina o en la oficina, en la fábrica o en la estación gasolinera, en el cine o en la iglesia, en el tren o en el autobús, en el avión o en un crucero, en el supermercado o en el restaurant, en el beso o en el abrazo físico que ansiábamos dar al ser querido?

Cuando voy conduciendo mi auto nunca suelo cruzar el semáforo en verde; lo cruzo en verde cuando se puede, ya que le concedo algunos segundos, antes de reemprender la marcha, a aquellos imprudentes que, en perpendicular a mí, no respetan que ya el semáforo está en rojo para ellos. Pues en igual situación debemos imaginarnos cuando la cuarentena pase, que será como el semáforo en verde, pero que el coronavirus pueda que no respete el semáforo en rojo y continúe su indetenible marcha hacia lo desconocido. Y no es paranoia, es prudencia.

Mis aprehensiones, mis preocupaciones, no son producto, en modo alguno, de un pesimismo descarriado. No creo eso. Es porque la sospecha de que ese virus ha sido creado con propósitos hitlerianos (exterminio humano) crece cada día más. Y veo venir la hecatombe inevitable. Reconozco que esa tendencia a ser poeta apocalíptico (no soy profeta) está dentro de mí como una entidad independiente que me habita y soy su medio.

¿Qué se sabe en realidad sobre ese virus? ¿Se sabe cuántos días duraremos infectando a personas sanas que nos rodean y con las cuales compartimos cotidianamente dentro y fuera del hogar? ¿Se sabe si somos pasibles de volver al infectarnos con el mismo virus? ¿Se sabe si ese virus mutará en una cepa nueva? Aterra tan solo pensar en que la respuesta a esas preguntas es el monosílabo «¡No!». Se trata de un virus nuevo al que la Organización Mundial para la Salud (OMS) y los laboratorios (poderes económicos determinantes) lo bautizaron con un nombre propio del lenguaje de los astrofísicos: SARS-Cov-2. Es como la saga de una película de ciencia ficción —al mejor estilo de Gene Roddenberry—, ya que en el 2003 ese mismo organismo nombró el primer coronavirus «detectado» en humanos del siguiente modo: SARS-Cov, es decir, la «primera parte». ¿Y qué significa el acrónimo SARS? En inglés, Severe Acute Respiratory Syndrome; y en español, Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SRAG). Médicamente el SARS es definido como «una neumonía atípica que apareció por primera vez en noviembre de 2002 en la provincia china de Cantón».

Han sido irresponsables los científicos y expertos en al ámbito de la salud ―vasallos de los gobiernos poderosos― al bombardear a la Humanidad con recomendaciones para evadir el virus, pero sin confesar la pura verdad: que el coronavirus (o CORONAMUERTE) ha sido una criatura creada por mentes criminales erigidas en dioses con poder autoimpuesto para decidir quiénes deben morir y quiénes deben continuar habitando el planeta Tierra.

Solo basta con analizar el curso que desde el mes de diciembre de 2019 han tomado las cosas, seguir la cronología de los hechos e ir cruzando las declaraciones dadas antes y después por personajes oscuros que controlan el destino del mundo terrenal. ¿Es necesario mencionar a Xi Jinping, a Donald Trump y a Vladimir Putin?* ¿Es necesario mencionar al G4, integrado por Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia? ¿Es necesario mencionar a Bill Gates? Sí, lo es: es necesario hacerlo porque todos ellos son los verdaderos responsables
del desastre universal que a diario está viviendo la humanidad, bajo un terrorismo viral dirigido, imbatible.

Algunos gobernantes han sugerido la brillante idea de proponer un Liderazgo Mundial para enfrentar el desastre universal causado por la pandemia. Y yo me pregunto: ¿y ese liderazgo incluiría solamente a los gobernantes o incluiría, también, a representantes auténticos de todos los pueblos del mundo, sobre todo de los más empobrecidos, que sufren las consecuencias directas de las decisiones irracionales y «científicas» de los poderosos? Solo Dios lo sabrá.

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*Presidentes de China Comunista, Estados Unidos de América y Rusia, respectivamente