La caridad de la Iglesia y su historia como solución apremiante al problema de la pobreza.

Por el P. Manuel Antonio García Salcedo.

En la antigüedad el pobre, el enfermo, el indigente, el huérfano y la viuda eran considerados malditos por los dioses. Solo los profetas en la Antiguo Testamento toman en consideración a los pobres o anawines, recordando que  Pueblo elegido por Dios fue siervo, esclavo en Egipto.

Las palabras de Isaías, que Lucas coloca en labios de Jesucristo desde una perspectiva pascual en el capítulo 4 en el evangelio: El Espíritu del Señor esta sobre mi… me ha enviado a anunciar a los pobres un año de gracia, se llevan a la práctica en la vida de la Iglesia como programa de acción permanente, según las indicaciones del Papa Francisco en la carta apostólica Misericordia et Misere del 20 de noviembre del 2016, solemnidad de Cristo Rey del Universo y clausura del Jubileo de la misericordia celebrado con motivo de las bodas de oro del Concilio Vaticano II.

  1. La Caridad en el nacimiento de la Iglesia (siglos I-IV)[1]

Las fuentes de la afirmación introductoria se encuentran en Iglesia de inicios apostólicos definida por el Nuevo Testamento, especialmente en los Hechos de los Apóstoles como Koinonia o comunidad solidaria (Cf. Hech. 2, 42ss).

A partir dl capítulo 2 de los Hechos se desarrolla la idea: vivían todos en comunidad de bienes, pues nada era de nadie y todo era de todos, como comunidad ideal del Espíritu Santo, en clave eucarística que enfrenta la situación del pobre desde la puesta en común de lo material, fruto de:

  1. la experiencia del kerigma apostólico (Cf. Hech. 2, 26),
  2. un catecumenado incipiente (Cf. Hech. 2,38-39) y
  3. la Diakonía o servicio a los más necesitados, gracias a los bienes de aquellos que más poseían dentro de la comunidad apostólica (Cf. Hech. 4, 32-35)[2].

Ante lo intenso y demandante de la Diakonia, los apóstoles se ven precisados a  instituir ministros o servidores consagrados: los Diáconos, pero a pesar de la separación de tareas, resulta interesante constatar que pronto los Diáconos debieron ejercer el servicio junto a la Martiria o testimonio de la Palabra hasta dar la propia vida, como San Estaban o San Felipe, que en medio de la persecución predica a los samaritanos, al funcionario etíope y hace las veces de asistente inmediato de los apóstoles San Pedro y San Juan para que completen fuera del marco de los judíos la iniciación a la fe de los nuevos creyentes (Cf. Hech. 6-8).

  1. El Obispo, el ministro de la caridad[3].

A lo largo del Nuevo Testamento la exhortación a  la caridad es una constante de Jesucristo y la incipiente comunidad cristiana con miras al fin de los tiempos (Cf. Mt. 25, 31-46).

Ya en tiempos post-apostólicos la ayuda a los pobres centró la actividad del Obispo en la eucaristía dominical que disponía de una colecta semanal a modo de recolección de alimentos no utilizados los días de ayuno para distribuirlos entre los más desfavorecidos de la comunidad local.

El Obispo desde el periodo de los Padres Apostólicos era visto como el guardián y proveedor de los pobres, instruyendo acerca del deber de todos en en la Diakonia  de la comunidad, llegando a formar bodegas de alimentos que se abastecían siempre desde la colaboración voluntaria, nunca impuesta a modo de diezmo.

  1. Los monasterios: foco de irradiación de la caridad en común[4].

Pasadas las persecuciones y la época de los Padres Apologistas, la Iglesia bajo la tutela del imperio comenzó una compleja organización de atención a los pobres, creando así una cultura antes inexistente de atención a aquellos que no tenían una utilidad productiva al sistema imperial.

El éxito de esta organización es tal que en Egipto San Pacomio, un ex.militar, atrajo a pobladores del campo y de las pequeñas ciudades para fundar agrupaciones de vida común.

Es así que el monacato aparece como nueva forma de socialización desde la fe misma, dando solución al problema de los pobres que se integraban en una verdadera encarnación del Evangelio gracias a los que donaban sus riquezas al ser admitidos.

Ejemplo vivo de ello es San Basilio, quien lleva la vida monástica a tierras griegas al lograr equilibrar el ascetismo individual con un ambiente fraterno e  intelectual para poder prestar especial cuidado a los pobres.

Con el monacato se integran en sociedad de bienes a los pobres que en ninguna otra cultura habían encontrado un espacio vital, incluso para los mas necesitados se crearon proyectos caritativos como la ciudad para pobres de San Basilio y la matriculación del monacato egipcio, el cual se ocupaba de gran parte de las cosechas y preparación del grano a lo largo de la cuenca del Nilo en el siglo IV[5].

  1. La caridad se institucionaliza en la Iglesia.

La época de oro de los Padres de la Iglesia es la época de los pastores que tenían como prioridad y consecuencia lógica de la vivencia del Evangelio la atención a los pobres de tema común en su prédica:

  1. la situación peligrosa de los ricos con respecto al juicio de Dios y
  2. la gloria que les esperaba a los pobres, quienes se convertían en quasi-sacramentos o medio de salvación para todos los que les asistieran.

Vivos ejemplos fueron San Ambrosio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno, San Gregorio de Nisa, San Jerónimo, San Agustín, y San Juan Crisóstomo[6].

Estos se caracterizaron por donar su patrimonio en beneficio de los pobres de sus respectivas Iglesias[7], y motivar a otras familias, especialmente viudas a la entrega a una vida ascética y donar sus bienes a las obras de caridad de la Iglesia dedicadas a socorrer a los necesitados, simiente para el sistema de hospitales, albergues para niños y ancianos, las hospederías de forasteros  y las cajas de pobres sin cobrar intereses a cambio de estos servicios.

Los Papas integraron esta organización a la Iglesia de Roma ante al acoso de los inmigrantes armados venidos del norte europeo, muchos de ellos antiguos miembros del ejército romano desempleados, que iban diezmando los recursos y estructuras del territorio, aumentando el número de los damnificados y necesitados[8].

  1. La caridad se hace sociedad (Siglos VI-XIV)

Con la expansión del monacato por occidente: Italia, Francia y España, se implementan los diversos sistemas de cultivos, la incorporación de los pobladores al trabajo manual y la asistencia a aquellos que no podían intervenir laboralmente en el sostén de la comunidad monástica.

Durante la época del Papa San Gregorio Magno se organizó el cuidado de los pobres en toda Roma, a la vez que urgió a los obispos misioneros a implementar el sistema parroquial caritativo por todo el occidente cristiano, especialmente en las Galias, Bretaña y Sajonia.

En los monasterios benedictinos del siglo VI encuentra asistencia y refugio el pobre por las invasiones de los normandos y luego los vikingos que convirtieron las ciudades del imperio en zonas devastadas. La cultura benedictina pasa a ser la contenedora de la cultura clásica, de enseñanza a los moradores de la región de las técnicas de cultivo, los auxilios médicos, la construcción y el trabajo del metal, entre otras habilidades como manuales y las artes. En cada monasterio benedictino existían hospicios para los extranjeros y hospitales para los enfermos[9].

  1. Ruptura con la centralidad de la caridad[10].

A partir de la época de los Merovingios hasta el reinado de los hijos de Carlomagno se rompe con la costumbre los donativos a la Iglesia para el cuidado de los pobres[11], cuando estos comienzan a repartir las tierras a familias que detentaban filiación real, quedando gran parte de la población desamparada de medios de producción.

Los monasterios se tornan entonces en centros de asistencia a mendigos y vagabundos hasta el apogeo del sistema en el cual el pobre pasa a ser propiedad del Señor Feudal.

No hubo un cuidado especial de atención a los pobres del campo en el feudalismo. Esto obliga a la reforma de Cluny a distribuir en un solo año socorros a 17.000 menesterosos, y motivar al reemplazo de las penitencias canónicas de oración y ayuno por la entrega de toda o parte de la fortuna a los pobres como legados píos para el alma propia o de otros fieles en la hora de la muerte.

El fomento de la Pax Domini y la Tregua Dei por parte de la Iglesia en este periodo histórico busca proteger a las personas y a sus bienes de la costumbre germánica de la venganza por el honor de la sangre y de las guerras privadas entre señores feudales. El fin era suprimir toda violencia en lo días de culto y alcanzar una tregua en vistas a una paz duradera[12].

  1. La vida en las ciudades: el gran desafío de la caridad[13]

Por el cambio climático más favorable en Europa, el avance de las ciencias, especialmente las nuevas técnicas de cultivo y la aparición de las grandes ciudades, se genera un crecimiento poblacional importante en torno a las ciudades, hasta que en el siglo XIV, el hambre, la peste y la guerra provocan una merma considerable en la población, llevando consigo un aumento significativo de la pobreza que tenía como telón de fondo las herejías medievales de los cataros, albigenses y valdenses que condenaban la posesión de bienes propios y las pompas de las autoridades eclesiales, entre ellas las del papado[14].

La respuesta por parte de la Iglesia las obras caritativas se demarcan en 6 aspectos:

  1. obras asistenciales a cargo de las ordenes mendicantes, especialmente con los franciscanos y dominicos[15], cuya misión fue precedida por agrupaciones laicales como los Beguinos y los Begardos dedicados en las ciudades al cuidado de los hogares de pobres, enfermos, y empobrecidos.
  2. liberación de cautivos, con San Pedro Nolasco quien funda en 1218 los Mercedarios quienes se intercambian con los esclavos.
  3. las cofradías de oficios comunes para facilitar la salida comercial de productos hacia los centros de peregrinación por todo el mundo de entonces, y la Iglesia hace presencia en cada ciudad en las que la ausencia de los médicos no era cosa extraña.
  4. la educación que dio como fruto las universidades.
  5. en el ámbito del desarrollo físico de los ciudades, la construcción de puentes, hospitales, iglesias y cementerios hechos por pequeñas comunidades de hermanos fundadas por San Benito de Hermillón fue fruto del cuidado de atención pastoral de los peregrinos y caminantes.
  6. la orden de San Juan de Jerusalén, la Orden Teutónica, los hospitalarios laicos de San Antonio, y otras más promueven el desarrollo de los hospitales para la asistencia a la personas que iban de paso o aquellos que necesitaban un determinado tiempo para recuperarse de enfermedades.

Estos centros fueron diseñados según las estructuras de las naves de los templos catedralicios para facilitar el no contagio, la ventilación, y en las pocas camas que dormían dos o tres personas.

En el centro del hospital estaba el altar para que los enfermos pudieran contemplar la celebración de la misa. La actividad del hospital en esta época es más pastoral que médica. Se rezaba el oficio diario, se hacían con rezos sencillos, se administraba la extrema unción en caso de gravedad, y llegada la hora de la muerte, se hacían los oficios y sepultura[16].

  • La caridad ante el cambio de paradigmas (siglos XVI-XVIII)

Las grandes transformaciones sociales, culturales y religiosas del siglo XVI cuestionaron la forma tradicional de ejercer la caridad ante condiciones de vida que degeneraban fácilmente en la mendicidad y el vagabundear, percibidos como peligrosidad social y desorden público sin control.

  1. La caridad clama por Reforma[17]

Los montes pietatis como centros de empeño y préstamo fundados por el obispo Giberti de Verona (1528) servían al auxilio a los pobres, anunciando la necesaria reforma que daría inicio con el Concilio de Trento, el cual asume la falta de protagonismo ejercida por los obispos en la organización de la atención a los pobres como grave desperfecto en este periodo.

Las guerras de religión del siglo XVI y XVII agravaron la miseria causada por la secularización de la propiedad eclesiástica hasta el punto que la extensión de la pobreza, la mendicidad, el crimen, las sublevaciones civiles y la inseguridad pública creció sin control. Las regulaciones casi inefectivas llevaron a las naciones a entrar en una guerra armada contra la pobreza y vagabundez, infligiendo a estos últimos severos castigos[18].

La Reforma protestante disolvió los monasterios y las fundaciones eclesiales donde se ejercían las obras de caridad. En Alemania, la secularización del auxilio a los pobres comenzó con regulaciones policiales imperiales en 1530.  En Inglaterra en 1575 se crea algo similar con la institución legal de los Hogares de Pobres hasta que en 1601 la Reina Isabel decreta la Ley del Pobre.

La reforma católica plantea el tema de la doctrina de la caridad cristiana como emergencia a afrontar desde el antiguo tema del Cristo Pobre presente en el que sufre a causa de guerras, sequías, lluvias prolongadas y enfermedades ante las cuales el necesitado y el desprotegido no tenían ninguna seguridad.

Grandes personalidades de la Iglesia contribuyeron al debate como el dominico segoviano Domingo Soto, defensor de la doctrina tradicional de la limosna y el deber cristiano del socorro a los pobres y el benedictino Juan de Robles que abogaba por la reforma de la asistencia social y proponía la secularización del patrimonio hospitalario y la distribución de limosnas, dejando a manos del clero solo las instituciones benéficas.

Años después, el teólogo Miquel Giginta intentó conciliar las dos posiciones al proponer la necesaria intervención de la autoridad pública ante el progresivo deterioro social de las ciudades. Concretamente propuso la creación de las  Casas de Misericordia para bien acoger a los pobres verdaderos y poner en evidencia los falsos pobres (vagabundos y vagos) sin necesidad de emplear acciones coercitivas[19].

  1. Los santos y santas de la caridad.

Entre los promotores de la caridad de esta época se encuentran:

  1. San Juan de Dios, que actuó de cara a la atención a los enfermos, y considerado el creador del hospital moderno.
  2. San Camilo de Lelis, iniciador de la obra precursora de la Cruz Roja.
  3. San José de Calasanz abrió en Roma en 1597 la escuela gratuita para niños pobres, junto a las vastas obras educativas de Nicolás Barré, San Juan Bautista de La Salle, la beata Rosa Venerina y Santa Lucía Filippini, entre muchos otros.
  4. Los frutos de la caridad tridentina.

El Concilio de Trento renovó las obligaciones de los obispos de entregar sus rentas a los pobres, especialmente el supervisar los hospitales[20]. San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán, trabajó con especial celo y gran habilidad en el cuidado de los pobres, enfermos y la instrucción de los niños del campo.

 Francisco II extendió en todos sus territorios la obligación de la comunidad a dar limosnas al necesitado y apoyó el derecho del pobre a pedir, decretado por Francisco I en Paris, lo que propicia el surgimiento en gran número de nuevas congregaciones con el carisma de la caridad: los Hermanos de la Caridad, los Somasquinos, la Orden de San Hipólito en Méjico, los Betlehemitas, las Hermanas hospitalarias y los Paristas.

Francia vive una gran floración caritativa con figuras como San Francisco de Sales, obispo de Ginebra y de Annecy, quien funda con la ayuda de Santa Juan Francisca de Chantal las hermanas de la Visitación conocidas como salesas, dedicadas al cuidado de los enfermos pobres.

San Vicente de Paúl funda en 1625 la congregación de la misión, lazaristas o paúles ante la urgente necesidad de instrucción religiosa de las poblaciones del campo y de sacerdotes aptos para transmitirla. Junto a Santa Luisa de Marillac funda en 1633 las Hijas de la caridad y siervas de los enfermos pobres, o hermanas vicentinas cuya administración combina la disciplina estricta con la adaptabilidad en el auxilio del pobre[21].

A lo largo del siglo XVII. la Iglesia, acorralada por las leyes de los estados florecientes decide multiplicar las obras de asistencia a los pobres en el ámbito diocesano y parroquial desde las congregaciones religiosas y focalizarse en la educación de los niños[22].

  1. La caridad se encarna como misericordia divina (siglos XIX-XXI)

Después de la Ilustración, época de la razón, la centralización administrativa de los poderes civiles por parte del estado inculcaba que la caridad favorecía la mendicidad. En el tiempo de la educación social gracias al movimiento filantrópico se plantea que la educación debe hacerse desde una perspectiva gradual, dependiendo del grado de pobreza económica de la persona.

  1. La cuestión obrera: un clamor incesante[23]

Las nuevas formas de pobreza están ligadas a la expansión industrial. Se abandonan los campos y las ciudades se ven invadidas por mano de obra que busca el empleo en las grandes factorías.

Ante el socialismo y el carácter pagano del liberalismo económico, los cristianos más comprometidos en la cuestión social vieron que la reforma con visos asistencialistas no era suficiente, era necesario añadir la reforma de las instituciones[24]. Surgen en 1864 el Círculo de Obreros, las Cajas de Ahorro, las sociedades católicas de socorro mutuo y de viviendas para obreros. 

Las congregaciones religiosas femeninas a lo largo del siglo XIX se calculan en Europa, entregadas a los dispensarios, los hospitales, los asilos, las guarderías para obreros, la educación de la mujer, la asistencia humana en las cárceles, la atención a los niños abandonados, las mujeres dedicadas a la prostitución, los ancianos desamparados, los enfermos sin asistencia, los obreros más oprimidos, la enseñanza gratuita, la promoción femenina, y otros.

San Juan Bosco, José Cottolengo, el obispo Ketteler, los religiosos Gafo, Gerard y Nevares, los sacerdotes Lamennais, Pícaro y Arboleya, e innumerables laicos como Ozanam o Hermel, fueron de los tantos que se unieron al inmenso el esfuerzo realizado por las asociaciones cristianas con el fin de paliar la miseria y los sufrimientos de las grandes ciudades industriales.

  1. La Doctrina Social de la Iglesia se hace carne[25].

La acción caritativa de la Iglesia encuentra en instituciones como Caritas fundada en 1867 en Friburgo una forma de mitigar la pobreza. Pero desde el punto de vista magisterial, es el Papa León XIII en 1891 con la encíclica Rerum Novarum, quien aborda en profundidad el problema social ocasionado por la industrialización que atribuye al estado el papel de promotor del bien común y la necesaria promoción de la clase obrera[26].

Ya entrado el siglo XX e inicios del XXI aparecen las grandes encíclicas sociales papales que conforman el magisterio social de la Iglesia:

  1. Pio XI con la encíclica Quadragessimo Anno (1941), la Acción Católica y las iniciativas educacionales juveniles testifica el alcance de la acción caritativa de la Iglesia[27].
  2. San Juan XXIII pide que estas iniciativas sean aplicadas a nivel internacional con la Matter et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963).
  3. El Concilio Vaticano II dio testimonio de la preocupación por los pobres de la Iglesia en su misión como indica la Constitución pastoral Gaudium et Spes (1965)[28].
  4. Pablo VI concluido el Concilio publica la encíclica Populorum Progressio (1967) donde denuncia la pobreza en el mundo y la necesidad de desarrollo de las naciones pobres. Por igual aborda el tema de la política internacional en la carta Octagesima Adveniens (1971)[29].
  5. San Juan Pablo II publica su primera encíclica social sobre el tema del trabajo (1981) [30]. Luego en la encíclica Sollicitudo Rei Socialis (1987) asume la fraseología Latinoamericana del CELAM de la opción preferencial por los pobres[31].
  6. Tras la caída del muro de Berlín, la Encíclica Centessimus Annus (1991) denuncia las formas de pobreza no sólo económicas, sino también culturales y religiosas[32].
  7. Benedicto XVI en la Encíclica Deus Caritas Est (2005), reconoce que en los pobres hay una presencia preferente de Cristo[33], y en Caritas In Veritate (2009) analiza los problemas del desarrollo siguiendo la estela de Pablo VI en la Populorum Progessio, denuncia la fuerte crisis financiera internacional que afecta a todos los sectores de la sociedad.
  8. Francisco en la Evangelii Gaudium (2013) nos invita al Diálogo Social como encuentro con los más necesitados quienes a su vez nos conducen a Jesucristo.
  1. La caridad es la verdadera liberación, no la violencia[34]

La Teología de la Liberación afirma que hablar de los pobres es hablar de Jesucristo (Cf. Mt 25, 40). Nace en América latina como reflexión propia y encarnada en la situación de las personas y pueblos que fruto de la injusticia secular e institucionalizada somete a millones y millones de personas a inhumana pobreza.

La obra que da inicio a este movimiento es el libro de Gustavo Gutiérrez: Teología de la Liberación donde se hace una relectura del Concilio Vaticano II,  y el II CELAM en Medellín.

De acuerdo a la teología de la liberación, el pueblo evangelizado tiene como una de sus funciones hacer teología, porque puede y debe comunicar el mensaje salvífico recibido.

Sus teólogos mas representativos son Segundo Galilea, J. L. Segundo, H. Assmann, Míguez Bonino, Leonardo y Clodovis Boff, Raúl Vidales, Ronaldo Muñoz, Jon Sobrino, Pablo Richard, Enrique Dussel, Ignacio Ellacuría, entre otros.

El magisterio de la Iglesia se ha pronunciado al respecto con la publicación de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, denominada Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, aparecida el 6 de agosto de 1984, donde se explica que  la teología latinoamericana de la liberación se funda en el análisis marxista, manipula los textos bíblicos y los reduce a la dimensión política; que se vacía de contenido el magisterio y que se confunde la liberación cristiana con la promoción exclusivamente temporal; y todo ello porque reduce a Jesucristo a una dimensión puramente terrestre.

Luego el 22 de marzo, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una nueva instrucción titulada Sobre libertad cristiana y liberación. En ésta se observa una perspectiva más positiva y algunos avances, aunque tímidos.

Sin lugar a dudas que este periodo de despliegue de la teología de la liberación 1962-1990, muchos de los procesos revolucionarios sangrientos que plagaron este periodo en el continente latinoamericano fueron influencias por esta teología, en la que sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos se desviaron, aunque con una buena intención, por el camino de la violencia armada, completamente contrario al Evangelio de Jesucristo y la misión de la Iglesia.

Se puede rescatar de este periodo el acercamiento de la Iglesia a los pobres, cosa que siempre ha hecho a lo largo de su vida misionera y pastoral, así como la entrega de hombres amantes de la Iglesia, su jerarquía y de todo el pueblo de Dios como el Beato monseñor Oscar Arnulfo Romero que se ha convertido en América Latina en paradigma del Buen Pastor. Poco antes de morir, monseñor Romero dejó el testimonio de la entrega libre de su vida en favor de todo su pueblo.

  1. Ha llegado la hora de la caridad misionera desde América Latina[35]

El continente de la Esperanza, América Latina, que reúne al mayor número de católicos de todo el planeta es depositario y transmisor de una Nueva Evangelización.

Tras celebrarse la primera reunión general de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Rio de Janeiro en 1958, con el visto bueno del Papa Pio XII, se han celebrado 4 reuniones generales del CELAM, que tal como refería el Sínodo de América de 1997, la Evangelización ha sido una de las principales tareas  del magisterio latinoamericano:

  1. Medellín: aplicación del Concilio a América latina como relectura creativa del Vaticano II desde un mundo de pobreza injusta, con estructuras económicas y sociales de pecado desde la Iglesia que nace del sufrimiento más de 2.600 pueblos indígenas, de dos millones de descendientes de africanos, mujeres, obreros, campesinos, niños[36].
  2. Once años después de Medellín, la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla de los Ángeles fue convocada el 12 de diciembre de 1977 por Pablo VI, pero fallece el Pontífice el día de la transfiguración del 6 de agosto de 1978. Juan Pablo I convoca nuevamente, pero también fallece, y es San Juan Pablo II quien la inaugura el 27 de enero de 1979 en la Basílica de Guadalupe con el lema: La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina[37].
  3. Santo Domingo, con ocasión del V centenario del descubrimiento de América[38], fue la sede de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano con el triple enunciado como lema: Nueva Evangelización, Promoción Humana, Cultura Cristiana, con la utilización por primera vez de una referencia bíblica de Hebreros 13: Jesucristo, ayer, hoy y siempre[39].
  1. Aparecida es el resultado de la propuesta del 2001 del CELAM a San Juan Pablo II para que convoque a la V Conferencia General. Es Benedicto XVI quien la inaugura el 13 de mayo de 2007, concluyendo el día 31, que da el visto bueno a la temática actual de los Discípulos y misioneros de Jesucristo, agregando el mismo pontífice la parte: para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Similar a Santo Domingo hay un enunciado bíblico como guía: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida de Juan 14[40].

La Iglesia Latinoamericana ha sido declarada en estado de misión permanente, con tres objetivos a conseguir en cada persona, especialmente los alejados de la fe:

  1. Un encuentro personal con Jesucristo.
  2. Su integración en comunidades misioneras.
  3. La renovación de las estructuras pastorales por el involucramiento en ellas de cada bautizado.

Ahora, tras la puesta en marcha de la misión continental, hace buen tiempo ya, se requiere de la puesta en obras de estas propuestas del CELAM y una nueva reunión del mismo organismo en que se implementen actividades pastorales centralizadas en las obras de misericordia como concreción de la labor evangelizadora.

Conclusión:

La Iglesia en atención al mandato de Jesucristo de buscar .a solución del problema de la pobreza desde la caridad, con sus obras de asistencia social en la época de los Padres, con la labor socializadora de los monasterios, con el nacimiento de las ciudades y las universidades, con el desarrollo de la ciencia experimental, con los orígenes del Derecho Internacional, con los precedentes de la economía moderna en la Escuela de Salamanca, con el desarrollo de las obras de beneficencia por los más pobres y la progresiva erradicación de muchas conductas inhumanas se focaliza cada vez más en realizar esta misión.

Tomando como referencia un balance estadístico del 2008 de las obras caritativas de la Iglesia Católica podemos ver que administra un total de 67.264 escuelas maternas frecuentadas por 6.386.497 alumnos; 91.694 escuelas primarias de 29.800.338 alumnos; 41.210 institutos secundarios por 16.778.633 alumnos. Además 1.894.148 jóvenes de las escuelas superiores y 2.837.370 estudiantes universitarios. Los institutos de beneficencia y asistencia administrados en el mundo por la Iglesia comprenden: 5.378 hospitales, 18.088 dispensarios, 521 leproserías, 15.448 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos,  9.376 orfanatos, 11.555 jardines de infancia; 13.599 consultorios matrimoniales,  33.146 centros de educación o reeducación social y 10.356 instituciones de otros tipos.

Los responsables de estas obras de la Iglesia como Cáritas, las Misioneras de la Caridad de la Madre Santa Teresa de Calcuta con 4500 monjas en más de 133 países que hacen los votos de pobreza, castidad y obediencia más un cuarto voto de servicio libre y de todo corazón a los más pobres de entre los pobres, la obra salesiana de San Juan Bosco, Fe y Alegría de los Jesuitas para la Educación Popular Integral y Promoción Social, Manos Unidas para la lucha contra la pobreza, el hambre, la malnutrición, la enfermedad, la falta de instrucción, el subdesarrollo y contra sus causas, entre muchas otras obras, nos muestran el camino a seguir a la hora de enfrentar la realidad de la pobreza que nos circunda.

Pero muchas otras obras caritativas de capital importancia para la Doctrina Social de la Iglesia quedan por realizar como indican la Carta Encíclica Laudato Si del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común (24 de mayo de 2015) y la Bula de Convocatoria del Jubileo de la Misericordia del Año Santo Misericordiae vultus (11 de abril del 2015) con motivo del 50 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II en las que la Iglesia nos pide un compromiso que nos desinstale de nuestras comodidades y seguridades, de tal manera que descubramos el verdadero sentido de nuestra existencia: servir a Jesucristo en el otro, especialmente en el más necesitado.

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[1] VV.AA., El Papel Ambiguo de las Religiones en la pobreza, Planeta, Madrid, 2008, Pags, 4-29; CHRISTOPHE, Phillipe, Para leer Ia historia de Ia pobreza, Verbo divino, Estella, 1989. Pags, 5-18.

2 La Diakonia estaba presente en la actividad apostólica de San Pablo con la colecta de la comunidad de Corintios para la Iglesia Madre Jerusalén que estaba en necesidad, junto a otras colectas que se mencionan en sus cartas y en Hechos. Aun así, San Pablo no logró ganar para los conversos gentiles el favor de los judeocristianos.

3 HAMMAN, Adalbert. Para Leer Los Padres de La Iglesia, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2007 Pags, 13-22; ETCHEVERRÍA, Ramón, Patrología, BAC, Madrid. 1998, Pags.30-58.

4 GARCIA COLOMBAS, M, el Monacato Primitivo, BAC, Madrid, 1974. Pags 45-115.

5 Esta base de datos de pobres consistía en que, una vez ubicados los pobres de la comunidad y satisfechas sus necesidades inmediatas, se les integraba a las labores de la recolección de alimentos y la obtención de bienes necesarios para los mismos pobres.

6 San Juan Crisóstomo, con su postura en defensa de los pobres y el férreo ataque a las ostentaciones de bienes en la corte de Constantinopla le acarro el destierro, sin que se valorara las grandes obras de beneficencia que hizo en todo el patriarcado.

7 Los Padres de la Iglesia, paradójicamente, a diferencia de los apóstoles, provenían en su mayoría de familias muy poderosas económicamente hablando en sus respectivas regiones.

8 En sus incursiones, estos nómadas guerreros zaqueaban la zona, especialmente las aéreas de cultivo y ganado de las cuales se servían para su sustento.

9 El pensamiento occidental debe con el ora et labora de la regla benedictina la valoración del trabajo como esfuerzo encaminado a la salvación.

10 MOLLAT, M. Pobres, humildes y miserables en la edad media. Fondo de Cultura Económica. México. 1998, Pags. 23-39.

11 Carlomagno había fomentado la organización de ayuda a los pobres y prohibió estrictamente la vagancia, solo fue imitado por San Luis, Rey de Francia, 5 siglos después, cuando hace a las parroquias responsables del auxilio a los pobres.

12 La tregua o suspensión de hostilidades se imponía desde el atardecer del sábado hasta la madrugada lunes, sancionando su violación a falta de enmienda satisfactoria, con la excomunión del culpable.

13 JEDIN, Hubert, Manual de la Historia De La Iglesia Tomo VI, Herder, Barcelona, 1973, Pags. 112-155.

14 La Iglesia intenta de forma conciliar en Letrán de erradicar los males del nepotismo, la simonía y el nicolaismo del clero. FLICHE-MARTIN, Historia de la Iglesia IX, EDICEP, Valencia, 1984, Pags. 180-213.

15 La situación en torno a la pobreza ha sido siempre una de las más complicadas en la historia de la Iglesia. La aparición de los Fraticelli como movimiento contestatario es muestra de ello. HERTLING, L. Historia de la Iglesia, Herder, Barcelona,1981, Pags. 212-243.

16 Ante el alto índice de mortandad, la teología se convierte en terapia en el hospital como lugar de encuentro con Dios.

17 ÁLVAREZ GÓMEZ, Jesús, Historia de la vida religiosa, Madrid, BAC, 1992, Pags. 114-156.

18 COMBY, Jean,  Para leer la historia de la Iglesia, Estella, Verbo Divino, 2012. Pags. 167-199.

19 Estas Casas debían ofrecer acogida, formación, trabajo y oración y serían financiadas con la caridad de los poderosos y el propio trabajo de los asilados. La propuesta de Giginta encontró buena acogida social y eclesial y se puso en práctica en varias ciudades.

20 De acuerdo con los decretos de numerosos sínodos provinciales se mejora el cuidado eclesiástico del pobre. Aunque el alcance real en gran medida de estas normas no llegan a su cumplimiento.

21 Uno de los grandes proyectos de san Vicente fue acabar con la mendicidad en las ciudades. En 1617 organiza las cofradías de las damas de la caridad, de vasta influencia social. Además promovió la fundación de los grandes hospitales de París para los niños expósitos, los asilos talleres para que trabajasen los ancianos, y socorrió con grandes limosnas a los pobres de la provincia de Lorena y de muchas poblaciones asoladas por la guerra y el hambre.

22La catequesis parroquial hace énfasis especial en las obras de misericordia que consisten en enseñar al ignorante, alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos  presos, acoger a los peregrinos y rescatar a los cautivos.

23 ILLANES, José Luis, Historia de la Teología, Madrid, BAC, 1995. Pags. 245-354.

24 CATURRELLI, Alberto, Liberlismo y Apostasia, Pamplona, Gratis Date, 2008, Pags. 2-20.

25 WILLIAMS, Thomas, Los Fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia, Paterson, Brensbeck, 2013. Pags. 6-185.

26 Los católicos  tiene como vocación bautismal la multitud de iniciativas caritativas ante las grandes catástrofes naturales, las víctimas de las guerras o de cara a la promoción y desarrollo de los pueblos desde las actividades locales para atender los problemas comunitarios: obreros en paro, inmigrantes, drogodependientes, enfermos de sida y todos los que están en riesgo de exclusión social.

27  Los principales principios fundamentales de la QA son:

  1. la Persona humana dotada de inteligencia y de libre albedrío, que tiene por sí mismo derechos y deberes universales e inviolables.
  2. el Bien Común como conjunto de condiciones de vida social.
  3. la Solidaridad como determinación firme y perseverante de empeñarse en la entrega por el bien del prójimo, y
  4. la Subsidiariedad como sostén en caso de necesidad y ayuda de los entes sociales.

28Tras denunciar los males de este tiempo GS proclama la dignidad humana, la vida en comunidad y la necesidad de implantar los valores del Reino de Dios en el mundo.

29Fruto del CVII es El Pontificio Consejo Cor Unum para la promoción humana y cristiana creado por el Papa Pablo VI en 1971 que tiene como objetivo ser el instrumento ejecutivo de la caridad del Papa para promover sus iniciativas humanitarias y coordinar otras instituciones del mismo corte.

30 LE declara digno al trabajo humano, el derecho al justo salario, la seguridad de la persona del trabajador y de la familia, advirtiendo de la necesidad de erradicar la plaga del desempleo.

31 SRS presenta la primacía del ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia en la responsabilidad social con los pobres, la propiedad privada y el uso de los bienes.

32 La carta apostólica programática Novo Millennio Ineunte, reclama la caridad hacia los más pobres, fruto de la  contemplación de Cristo descubierto en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse: « tuve hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado que beber; fui forastero y me habéis hospedado; desnudo y me habéis vestido, enfermo y me habéis visitado, encarcelado y habéis venido a verme » (Mt 25,35-36). Invitación a la caridad que ilumina el misterio de Cristo y de la fidelidad de la Iglesia como Esposa de Cristo.

33 En DCE Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados. Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios. Aquí propone a las Iglesias un reto pastoral fundamental, que en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa, y, en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad. El documento programático coloca el servicio de la caridad (Diakonia) hacia los pobres en el mismo rango eclesial del anuncio de la Palabra de Dios (Kerygma-Martiria) y la celebración de los Sacramentos (Leitourgia). Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.

34 TAMAYO ACOSTA J J,, Para comprender la teología de la liberación, Verbo divino, Estella, 1989. Pags, 14.26.55.57-69.120.133.

33 DUQUE, Á., La Nueva Evangelización. Itinerario, identidad y características a partir del Magisterio Episcopal Latinoamericano, Bogotá, Celam,  2012. Pags. 3-128.

34 Medellín  (26 de agosto al 7 de septiembre de 1968): “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio”, siguiendo al Vaticano II, integra el tema de la evangelización y la promoción humana de una Iglesia preocupada por la liberación integral de los pobres para llevar acciones pastorales adaptadas a la realidad del Continente latinoamericano. El Documento Final de Medellín, constituido por diez y seis documentos, fruto del trabajo de las diez y seis comisiones y sub-comisiones en que se dividió la Conferencia, aprobado por Pablo VI el 24 de octubre de 1968, marca una nueva época en la evangelización del continente en búsqueda de dar solución al problema de la injusticia social en Latinoamérica. Por ello, toda acción pastoral de la Iglesia es fundamentalmente el esfuerzo por la construcción del Reino: La Iglesia, Pueblo de Dios, anuncia al mundo el Evangelio del Reino de Dios, que pide una inserción en la comunidad cristiana, gracias a la catequesis que da a la fe proyección social.

En Medellín se resalta el concepto de promoción humana y de la justicia que pide conversión personal a la luz del Evangelio en la vivencia de la predicación, la catequesis, la liturgia, la dimensión comunitaria y la paz social. La diversidad de culturas dialoga en Medellín con los valores del Reino y tienden a Él. La Iglesia logra así una inserción histórica del Evangelio en la liberación integral de los pobres. Programa que tuvo el visto bueno del beato Pablo VI, de una visión conciliar de Iglesia, Pueblo de Dios, con sus pastores y laicos con la tarea evangelizadora de la construcción del Reino en los ámbitos de la familia, la educación, la Juventud, la pastoral popular y de elites.  Fue tan importante Medellín para la Iglesia universal, que Eduardo Pironio, en 1974, presidente del CELAM, en el Sínodo sobre Evangelización, llevó sugerencias pastorales sobre las comunidades eclesiales de base, la liberación y la religiosidad popular, que aparecieron en la exhortación apóstólica postsinodal Evangelii Nuntiandi de Pablo VI.

35 El telón de fondo de esta conferencia fue la Exhortación apostólica postsinodal Evangelii nuntiandi de Pablo VI  y el Sínodo sobre la catequesis del 1977, transcurridos 11 años desde Medellín con su perspectiva positiva que Puebla, retorna desde las consecuencias negativas que traen consigo los modelos  consumistas para el continente latinoamericano de mayoría católica. Por ello, se hacía urgente una evangelización de la propia cultura en el presente, pensando en un mejor futuro. Puebla sigue a Gaudium et spes y la Evangelii Nuntiandi, en relación a la experiencia de fe en tres ámbitos de relaciones: con Dios, con los hombres y con la creación. A lo largo de todo el documento se tiene como soporte un clarificador análisis de la realidad de las situaciones de miseria, violencia, analfabetismo, indigencia, ignorancia e individualismo que han venido a formar parte del marco social como antivalores de la cultura latinoamericana para asumir entonces la evangelización en el ámbito familiar, económico, educacional, laboral, social, político, artístico, gubernamental y estructural, marcado por lo que el documento denomina en relación a la fe, un catolicismo popular. Resulta interesante el subrayado de Puebla en la misión de la Iglesia en el mundo de las estructuras sociales, económicas y políticas como responsabilidad de los laicos.

36 BORGES, P., Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Madrid, BAC, 1992, Pags. 345-380.

37 San Juan Pablo II convoca el 12 de diciembre de 1990, día de la Virgen de Guadalupe el IV CELAM,

Realizado en las fechas del 12 al 28 de octubre de 1992, en un marco ideológico diferente a las previas conferencias del CELAM, debido a la caída del muro de Berlín y una feroz carrera económica que hundía  las economías del continente, mientras la pobreza seguía siendo la realidad imperante en la mayoría de los latinoamericanos. Santo Domingo refiere a la explicita fe en Jesucristo, primer y principal ser y quehacer de la Iglesia, a imagen de la Virgen María, la primera evangelizadora, desde el contexto de los 500 años de evangelización, en contra de los detractores dentro y fuera de la Iglesia que asociaban solamente la primera evangelización a la colonización y conquista por parte de las naciones europeas, presentándolas como una unidad cultural religiosa de zaqueo del patrimonio humano cultural de los pueblos nativos de la zona. Audazmente el IV CELAM proclama la valentía y entrega de los primeros evangelizadores que defendieron a los habitantes nativos y que supieron descubrir y hacer crecer las semillas del Verbo presentes en las culturas de los aborígenes de la América Latina. Esto fue una corroboración a la petición de perdón de San Juan Pablo II, que hizo en la canonización de San Ezequiel Moreno, en el faro a Colón de la ciudad de Santo Domingo, al pedir perdón por los pecados de la Iglesia, cuando sus propios misioneros y pastores, envueltos por la cultura de su ambiente del cual provenían, no supieron defender, apoyaron en otros casos, y en otros motivaron a la traída de esclavos del continente africano, produciéndose así un atropello y merma de los nativos del nuevo mundo. La gran conclusión de Santo Domingo va en la línea de las anteriores conferencias del CELAM, pero especificando su campo de acción y sus destinatarios: la necesidad de la comunión en las iglesias particulares bajo la dirección de sus Pastores en la pluralidad de las culturas indígenas, afroamericanas y mestizas.

38 El Cardenal Jorge Mario Bergoglio S.J., actual Papa Francisco ya hablaba de la pobreza, la corrupción y la violencia imperantes que experimenta América Latina, y que resultan contraproducentes con la globalización como entramado de relaciones a nivel planetario. Bergoglio, uno de los responsables de la redacción del documento final, destaca que la Evangelización como tarea de la Iglesias, siguiendo el ejemplo San Pablo y los Padres de la Iglesia, rescata la dignidad humana de la persona, se combate lo que envilece y destruye al hombre,  y por la acción del Espíritu Santo se produce la nueva creación en la pluralidad de expresiones culturales en una misma fe. Un aporte importante a la evangelización latinoamericana que hacen las cuatro últimas reuniones del CELAM es la denuncia de las situaciones de necesidad e injusticias, de las cuales el hombre solo podrá experimentar una liberación integral por la fidelidad al evangelio. Aparecida propone una evangelización en la que los valores del pueblo y sus derechos, inspirados en principios cristianos, encuentren en las estructuras sociales, medios para crear un hábitat digno de todo hombre, con educación escolar básica, acceso a la universidad y la formación cristiana sobre la vida, el amor y la sexualidad, como educación hacia la libertad. El protagonismo laical, desde su espiritualidad específica, es fundamental porque les compete la escucha de los solitarios y abandonados, la atención a la salud, la investigación, la comunicación, el acompañamiento, el alivio, la educación y la solidaridad como servicio.Reporte VaticanoIglesia en el mundo La fe vivida por el pueblo latinoamericano, sencilla, directa, festiva, espontánea, centrada en la propia experiencia, a la luz del magisterio de la Iglesia, da el primer lugar a la dignidad de la persona humana, a los principios y valores de la solidaridad y subsidiaridad de la obligación y el derecho a la educación y al trabajo, la responsabilidad ante Dios, ante sí y ante la sociedad, con rectas formas de propiedad de los bienes de la tierra y la participación en las decisiones transformadoras de la familia, de la sociedad y de la cultura según el Evangelio. La Iglesia de América.

[1] VV.AA., El Papel Ambiguo de las Religiones en la pobreza, Planeta, Madrid, 2008, Pags, 4-29; CHRISTOPHE, Phillipe, Para leer Ia historia de Ia pobreza, Verbo divino, Estella, 1989. Pags, 5-18.

[2] La Diakonia estaba presente en la actividad apostólica de San Pablo con la colecta de la comunidad de Corintios para la Iglesia Madre Jerusalén que estaba en necesidad, junto a otras colectas que se mencionan en sus cartas y en Hechos. Aun así, San Pablo no logró ganar para los conversos gentiles el favor de los judeocristianos.

[3] HAMMAN, Adalbert. Para Leer Los Padres de La Iglesia, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2007 Pags, 13-22; ETCHEVERRÍA, Ramón, Patrología, BAC, Madrid. 1998, Pags.30-58.

[4] GARCIA COLOMBAS, M, el Monacato Primitivo, BAC, Madrid, 1974. Pags 45-115.

[5] Esta base de datos de pobres consistía en que, una vez ubicados los pobres de la comunidad y satisfechas sus necesidades inmediatas, se les integraba a las labores de la recolección de alimentos y la obtención de bienes necesarios para los mismos pobres.

[6] San Juan Crisóstomo, con su postura en defensa de los pobres y el férreo ataque a las ostentaciones de bienes en la corte de Constantinopla le acarro el destierro, sin que se valorara las grandes obras de beneficencia que hizo en todo el patriarcado.

[7] Los Padres de la Iglesia, paradójicamente, a diferencia de los apóstoles, provenían en su mayoría de familias muy poderosas económicamente hablando en sus respectivas regiones.

[8] En sus incursiones, estos nómadas guerreros zaqueaban la zona, especialmente las aéreas de cultivo y ganado de las cuales se servían para su sustento.

[9] El pensamiento occidental debe con el ora et labora de la regla benedictina la valoración del trabajo como esfuerzo encaminado a la salvación.

[10] MOLLAT, M. Pobres, humildes y miserables en la edad media. Fondo de Cultura Económica. México. 1998, Pags. 23-39.

[11] Carlomagno había fomentado la organización de ayuda a los pobres y prohibió estrictamente la vagancia, solo fue imitado por San Luis, Rey de Francia, 5 siglos después, cuando hace a las parroquias responsables del auxilio a los pobres.

[12] La tregua o suspensión de hostilidades se imponía desde el atardecer del sábado hasta la madrugada lunes, sancionando su violación a falta de enmienda satisfactoria, con la excomunión del culpable.

[13] JEDIN, Hubert, Manual de la Historia De La Iglesia Tomo VI, Herder, Barcelona, 1973, Pags. 112-155.

[14] La Iglesia intenta de forma conciliar en Letrán de erradicar los males del nepotismo, la simonía y el nicolaismo del clero. FLICHE-MARTIN, Historia de la Iglesia IX, EDICEP, Valencia, 1984, Pags. 180-213.

[15] La situación en torno a la pobreza ha sido siempre una de las más complicadas en la historia de la Iglesia. La aparición de los Fraticelli como movimiento contestatario es muestra de ello. HERTLING, L. Historia de la Iglesia, Herder, Barcelona,1981, Pags. 212-243.

[16] Ante el alto índice de mortandad, la teología se convierte en terapia en el hospital como lugar de encuentro con Dios.

[17] ÁLVAREZ GÓMEZ, Jesús, Historia de la vida religiosa, Madrid, BAC, 1992, Pags. 114-156.

[18] COMBY, Jean,  Para leer la historia de la Iglesia, Estella, Verbo Divino, 2012. Pags. 167-199.

[19] Estas Casas debían ofrecer acogida, formación, trabajo y oración y serían financiadas con la caridad de los poderosos y el propio trabajo de los asilados. La propuesta de Giginta encontró buena acogida social y eclesial y se puso en práctica en varias ciudades.

[20] De acuerdo con los decretos de numerosos sínodos provinciales se mejora el cuidado eclesiástico del pobre. Aunque el alcance real en gran medida de estas normas no llegan a su cumplimiento.

[21] Uno de los grandes proyectos de san Vicente fue acabar con la mendicidad en las ciudades. En 1617 organiza las cofradías de las damas de la caridad, de vasta influencia social. Además promovió la fundación de los grandes hospitales de París para los niños expósitos, los asilos talleres para que trabajasen los ancianos, y socorrió con grandes limosnas a los pobres de la provincia de Lorena y de muchas poblaciones asoladas por la guerra y el hambre.

[22] La catequesis parroquial hace énfasis especial en las obras de misericordia que consisten en enseñar al ignorante, alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos  presos, acoger a los peregrinos y rescatar a los cautivos.

[23] ILLANES, José Luis, Historia de la Teología, Madrid, BAC, 1995. Pags. 245-354.

[24] CATURRELLI, Alberto, Liberlismo y Apostasia, Pamplona, Gratis Date, 2008, Pags. 2-20.

[25] WILLIAMS, Thomas, Los Fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia, Paterson, Brensbeck, 2013. Pags. 6-185.

[26] Los católicos  tiene como vocación bautismal la multitud de iniciativas caritativas ante las grandes catástrofes naturales, las víctimas de las guerras o de cara a la promoción y desarrollo de los pueblos desde las actividades locales para atender los problemas comunitarios: obreros en paro, inmigrantes, drogodependientes, enfermos de sida y todos los que están en riesgo de exclusión social.

[27]  Los principales principios fundamentales de la QA son:

  1. la Persona humana dotada de inteligencia y de libre albedrío, que tiene por sí mismo derechos y deberes universales e inviolables.
  2. el Bien Común como conjunto de condiciones de vida social.
  3. la Solidaridad como determinación firme y perseverante de empeñarse en la entrega por el bien del prójimo, y
  4. la Subsidiariedad como sostén en caso de necesidad y ayuda de los entes sociales.

[28] Tras denunciar los males de este tiempo GS proclama la dignidad humana, la vida en comunidad y la necesidad de implantar los valores del Reino de Dios en el mundo.

[29] Fruto del CVII es El Pontificio Consejo Cor Unum para la promoción humana y cristiana creado por el Papa Pablo VI en 1971 que tiene como objetivo ser el instrumento ejecutivo de la caridad del Papa para promover sus iniciativas humanitarias y coordinar otras instituciones del mismo corte.

[30] LE declara digno al trabajo humano, el derecho al justo salario, la seguridad de la persona del trabajador y de la familia, advirtiendo de la necesidad de erradicar la plaga del desempleo.

[31] SRS presenta la primacía del ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia en la responsabilidad social con los pobres, la propiedad privada y el uso de los bienes.

[32] La carta apostólica programática Novo Millennio Ineunte, reclama la caridad hacia los más pobres, fruto de la  contemplación de Cristo descubierto en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse: « tuve hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado que beber; fui forastero y me habéis hospedado; desnudo y me habéis vestido, enfermo y me habéis visitado, encarcelado y habéis venido a verme » (Mt 25,35-36). Invitación a la caridad que ilumina el misterio de Cristo y de la fidelidad de la Iglesia como Esposa de Cristo.

[33] En DCE Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados. Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios. Aquí propone a las Iglesias un reto pastoral fundamental, que en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa, y, en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad. El documento programático coloca el servicio de la caridad (Diakonia) hacia los pobres en el mismo rango eclesial del anuncio de la Palabra de Dios (Kerygma-Martiria) y la celebración de los Sacramentos (Leitourgia). Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.

[34] TAMAYO ACOSTA J J,, Para comprender la teología de la liberación, Verbo divino, Estella, 1989. Pags, 14.26.55.57-69.120.133.

[35] DUQUE, Á., La Nueva Evangelización. Itinerario, identidad y características a partir del Magisterio Episcopal Latinoamericano, Bogotá, Celam,  2012. Pags. 3-128.

[36] Medellín  (26 de agosto al 7 de septiembre de 1968): “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio”, siguiendo al Vaticano II, integra el tema de la evangelización y la promoción humana de una Iglesia preocupada por la liberación integral de los pobres para llevar acciones pastorales adaptadas a la realidad del Continente latinoamericano. El Documento Final de Medellín, constituido por diez y seis documentos, fruto del trabajo de las diez y seis comisiones y sub-comisiones en que se dividió la Conferencia, aprobado por Pablo VI el 24 de octubre de 1968, marca una nueva época en la evangelización del continente en búsqueda de dar solución al problema de la injusticia social en Latinoamérica. Por ello, toda acción pastoral de la Iglesia es fundamentalmente el esfuerzo por la construcción del Reino: La Iglesia, Pueblo de Dios, anuncia al mundo el Evangelio del Reino de Dios, que pide una inserción en la comunidad cristiana, gracias a la catequesis que da a la fe proyección social.

En Medellín se resalta el concepto de promoción humana y de la justicia que pide conversión personal a la luz del Evangelio en la vivencia de la predicación, la catequesis, la liturgia, la dimensión comunitaria y la paz social. La diversidad de culturas dialoga en Medellín con los valores del Reino y tienden a Él. La Iglesia logra así una inserción histórica del Evangelio en la liberación integral de los pobres. Programa que tuvo el visto bueno del beato Pablo VI, de una visión conciliar de Iglesia, Pueblo de Dios, con sus pastores y laicos con la tarea evangelizadora de la construcción del Reino en los ámbitos de la familia, la educación, la Juventud, la pastoral popular y de elites.  Fue tan importante Medellín para la Iglesia universal, que Eduardo Pironio, en 1974, presidente del CELAM, en el Sínodo sobre Evangelización, llevó sugerencias pastorales sobre las comunidades eclesiales de base, la liberación y la religiosidad popular, que aparecieron en la exhortación apóstólica postsinodal Evangelii Nuntiandi de Pablo VI.

[37] El telón de fondo de esta conferencia fue la Exhortación apostólica postsinodal Evangelii nuntiandi de Pablo VI  y el Sínodo sobre la catequesis del 1977, transcurridos 11 años desde Medellín con su perspectiva positiva que Puebla, retorna desde las consecuencias negativas que traen consigo los modelos  consumistas para el continente latinoamericano de mayoría católica. Por ello, se hacía urgente una evangelización de la propia cultura en el presente, pensando en un mejor futuro. Puebla sigue a Gaudium et spes y la Evangelii Nuntiandi, en relación a la experiencia de fe en tres ámbitos de relaciones: con Dios, con los hombres y con la creación. A lo largo de todo el documento se tiene como soporte un clarificador análisis de la realidad de las situaciones de miseria, violencia, analfabetismo, indigencia, ignorancia e individualismo que han venido a formar parte del marco social como antivalores de la cultura latinoamericana para asumir entonces la evangelización en el ámbito familiar, económico, educacional, laboral, social, político, artístico, gubernamental y estructural, marcado por lo que el documento denomina en relación a la fe, un catolicismo popular. Resulta interesante el subrayado de Puebla en la misión de la Iglesia en el mundo de las estructuras sociales, económicas y políticas como responsabilidad de los laicos.

[38] BORGES, P., Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Madrid, BAC, 1992, Pags. 345-380.

[39] San Juan Pablo II convoca el 12 de diciembre de 1990, día de la Virgen de Guadalupe el IV CELAM,

Realizado en las fechas del 12 al 28 de octubre de 1992, en un marco ideológico diferente a las previas conferencias del CELAM, debido a la caída del muro de Berlín y una feroz carrera económica que hundía  las economías del continente, mientras la pobreza seguía siendo la realidad imperante en la mayoría de los latinoamericanos. Santo Domingo refiere a la explicita fe en Jesucristo, primer y principal ser y quehacer de la Iglesia, a imagen de la Virgen María, la primera evangelizadora, desde el contexto de los 500 años de evangelización, en contra de los detractores dentro y fuera de la Iglesia que asociaban solamente la primera evangelización a la colonización y conquista por parte de las naciones europeas, presentándolas como una unidad cultural religiosa de zaqueo del patrimonio humano cultural de los pueblos nativos de la zona. Audazmente el IV CELAM proclama la valentía y entrega de los primeros evangelizadores que defendieron a los habitantes nativos y que supieron descubrir y hacer crecer las semillas del Verbo presentes en las culturas de los aborígenes de la América Latina. Esto fue una corroboración a la petición de perdón de San Juan Pablo II, que hizo en la canonización de San Ezequiel Moreno, en el faro a Colón de la ciudad de Santo Domingo, al pedir perdón por los pecados de la Iglesia, cuando sus propios misioneros y pastores, envueltos por la cultura de su ambiente del cual provenían, no supieron defender, apoyaron en otros casos, y en otros motivaron a la traída de esclavos del continente africano, produciéndose así un atropello y merma de los nativos del nuevo mundo. La gran conclusión de Santo Domingo va en la línea de las anteriores conferencias del CELAM, pero especificando su campo de acción y sus destinatarios: la necesidad de la comunión en las iglesias particulares bajo la dirección de sus Pastores en la pluralidad de las culturas indígenas, afroamericanas y mestizas.

[40] El Cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j., actual Papa Francisco ya hablaba de la pobreza, la corrupción y la violencia imperantes que experimenta América Latina, y que resultan contraproducentes con la globalización como entramado de relaciones a nivel planetario. Bergoglio, uno de los responsables de la redacción del documento final, destaca que la Evangelización como tarea de la Iglesias, siguiendo el ejemplo San Pablo y los Padres de la Iglesia, rescata la dignidad humana de la persona, se combate lo que envilece y destruye al hombre,  y por la acción del Espíritu Santo se produce la nueva creación en la pluralidad de expresiones culturales en una misma fe. Un aporte importante a la evangelización latinoamericana que hacen las cuatro últimas reuniones del CELAM es la denuncia de las situaciones de necesidad e injusticias, de las cuales el hombre solo podrá experimentar una liberación integral por la fidelidad al evangelio. Aparecida propone una evangelización en la que los valores del pueblo y sus derechos, inspirados en principios cristianos, encuentren en las estructuras sociales, medios para crear un hábitat digno de todo hombre, con educación escolar básica, acceso a la universidad y la formación cristiana sobre la vida, el amor y la sexualidad, como educación hacia la libertad. El protagonismo laical, desde su espiritualidad específica, es fundamental porque les compete la escucha de los solitarios y abandonados, la atención a la salud, la investigación, la comunicación, el acompañamiento, el alivio, la educación y la solidaridad como servicio.Reporte VaticanoIglesia en el mundo La fe vivida por el pueblo latinoamericano, sencilla, directa, festiva, espontánea, centrada en la propia experiencia, a la luz del magisterio de la Iglesia, da el primer lugar a la dignidad de la persona humana, a los principios y valores de la solidaridad y subsidiaridad de la obligación y el derecho a la educación y al trabajo, la responsabilidad ante Dios, ante sí y ante la sociedad, con rectas formas de propiedad de los bienes de la tierra y la participación en las decisiones transformadoras de la familia, de la sociedad y de la cultura según el Evangelio. La Iglesia de América Latina y es defensora de todos los pueblos, especialmente de los oprimidos, indefensos y marginados, ante la fuerza arrolladora de las estructuras de pecado manifiestas en la sociedad moderna.