Por el P. Manuel Antonio García Salcedo

PERDONANOS COMO PERDONAMOS 

MEDITACIÓN

 70 veces 7 (Mt 18, 12-35) 

PERDONAR Y PEDIR PERDON

Es mandato del Señor, a su imagen y semejanza perdonar y pedir perdón a los demás, parte esencial de este escrutinio para renovar el bautismo es el examen de cada una de las relaciones personales que constituyen el marco de nuestra existencia.

Pedir Perdón por todas las deudas como perdonar a los que nos adeudan es la segunda petición de la oración del Señor, y la única que tiene un carácter de reciprocidad que propicia la perfecta comunión simbolizada en la cruz de Cristo: reconciliación con Dios y con el prójimo.

La advertencia es muy claro en Mt, 6, 12-15: Si ustedes perdonan las ofensas a su prójimo, su Padre del Cielo perdonara las suyas, pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre del Cielo perdonara sus ofensas. A esta sentencia se suceden la petición de no caer en la tentación (conversión), primera premisa del Escrutinio Bautismal y la petición líbranos del mal (ruptura con Satanás).

SANACION DE LAS HERIDAS DE CONFLICTOS

La resistencia a la resolución de conflictos es una de las principales barreras en la relación con Dios, con uno mismo, con los demás y con la creación.

Una de las causas mayores de las enfermedades físicas, emocionales, psicológicas y espirituales es el albergas odios, rencores resentimientos y remordimientos.

El no perdonar trae consigo sentimientos y acciones de correspondencia en una media mayor al agravio recibido y fomenta el deseo de la venganza, los sentimiento de ira, culpabilidad, la amargura, la autovitimizacion, y la resolución de acciones sumamente dañinas para todas las partes involucradas e incluso las ajenas al conflicto.

El punto de inicio para entrar en la dinámica divina del perdón es la confrontación neotestamentaria que sintetiza la ley de Dios en el doble mandamiento del amor, centro de la enseñanza de Jesucristo Salvador:

  1. Y cuando se pongan de pie a orar, perdonen, si tienen algo contra alguno, y también su Padre que está en el cielo perdone sus pecados (Mc 11, 15).
  2. Este es el mandamiento mío, que se amen los unos a los otros como yo les he amado… no me han elegido ustedes a mí, sino que yo les he elegido a ustedes y les he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca; de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre El se los conceda, esto es lo que les mando es que se amen los unos a los otros (Jn. 15, 12-17).

El nuevo mandamiento doble pone al descubierto las heridas de las confrontaciones no caritativas porque su cumplimiento es la vía para sanar los dolores del alma, disminuir la intensidad del disgusto causado y eliminar el pesar que produjeron.

Una vez identificada la voluntad de Dios, clave para todo proceso de sanación física e interior, la segunda fase consiste en identificar las relaciones que determinan nuestra existencia y que requieren de la reconciliación:

  • Con Dios mismo por las situaciones acontecidas a las que no se lesencuentra una finalidad concreta y satisfactoria.
  • A ti mismo, al perdonarte por todas las equivocaciones, traiciones, faltas y pecados cometidos. Sacramentalmente este estilo de vida bautismal se ha de concretar en el medio por excelencia de la conversión permanente:

El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso. (DA 254).

Lo primero es saberse perdonado con: El “Dios vivo” (Dt 5, 26) que lo libera de los opresores (cf. Ex 3, 7-10), que perdona incansablemente (cf. Ex 34, 6; Eclo 2, 11) (DA 129). Luego, se ha de continuar con aquellos que nos han marcado por el resto de nuestra existencia:

  • Padre – Madre
  • Hermanos
  • Abuelos, tíos, primos.
  • Profesores y compañeros de estudio
  • Esposa, esposo, hijos
  • Suegros
  • Padrastro, madrastra, hermanastros
  • Amigos
  • Novio, novia
  • Obispos, sacerdotes, monjas
  • Jefes y compañeros de trabajo
  • Vecinos
  • Los pobres, enfermos, necesitados a los que hemos hecho caso omiso.
  • Las personas más daño que han causado

A continuación, en un ambiente de serena oración se ha de visualizar a las personas con las que el desencuentro aconteció, recordar el momento non grato vivido, y clamar al auxilio del Señor Resucitado que suscite la sanación, actitudes de humildad y compasión y la voluntad decidida de pedir y conferir el perdón.

III. OLVIDAR Y RESTAURAR EN LA CONCORDIA

El acudir en la búsqueda de la reconciliación con las personas que se han tenido diferencias y se han distanciado por desencuentros que han herido las sensibilidades y no permiten una relación y cooperación cristiana han de buscar la reconciliación.

Si no perdonamos Dios nonos  perdona. Dios no nos perdona si no nos perdonan aquellos a quienes hemos lastimado y ofendido. Meditemos de manera especial el centro de la predicación de Jesucristo para sus discípulos y misioneros a la hora del culto: si pues al llevar tu ofrenda en el altar, te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo en contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar y vete primero a reconciliar con tu hermano; luego vuelves y presenta tu ofrenda.  Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con el por el camino: no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de ahí hasta que pagues el último céntimo (Mt 5, 23-24).

Un aspecto a destacar es el perdonar y pedir perdón a aquellas personas que ya han fallecido gracias a la doctrina de la comunión de los santos. Es viable en un moderado tenor orar por y a aquellos difuntos con los que nuestra interacción no fue la mejor, expresar a ellos la reconciliación requerida para sanar heridas infligidas los unos a los otros. La fuerza para ello reside en la acción de Jesucristo Salvador desde la cruz intercediendo ante el Padre por aquellos que se convirtieron en sus enemigos: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34).

El perdón es el pan de cada día del discípulos misionero, llevado a lo ilimitado según la extensión del mismo que Jesucristo pidió a Pedro: perdonar 70 veces 7 (Mt ). De igual modo se aplica el pedir perdón a los ultrajados, maltratados y olvidados de manera individual y social:

Una auténtica evangelización de nuestros pueblos implica asumir plenamente la radicalidad del amor cristiano, que se concreta en el seguimiento de Cristo en la Cruz; en el padecer por Cristo a causa de la justicia; en el perdón y amor a los enemigos. Este amor supera al amor humano y participa en el amor divino, único eje cultural capaz de construir una cultura de la vida. En el Dios Trinidad la diversidad de Personas no genera violencia y conflicto, sino que es la misma fuente de amor y de la vida. Una evangelización que pone la Redención en el centro, nacida de un amor crucificado, es capaz de purificar las estructuras de la sociedad violenta y generar nuevas. La radicalidad de la violencia sólo se resuelve con la radicalidad del amor redentor. Evangelizar sobre el amor de plena donación, como solución al conflicto, debe ser el eje cultural “radical” de una nueva sociedad. Sólo así el Continente de la esperanza puede llegar a tornarse verdaderamente el Continente del amor (DA543).