Monseñor Óscar Arnulfo Romero: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres”

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980), célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos y por haber muerto asesinado durante la celebración de la misa el 24 de marzo de 1980 en la Capilla del Hospital La Divina Providencia. 

Como prelado, denunció en sus homilías dominicales las violaciones de los derechos humanos, manifestando públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país. Su asesinato generó la protesta internacional y el reproche por el respeto a los derechos humanos en El Salvador. Dentro de la Iglesia católica es reconocido por ser un sacerdote que defendió en cuerpo y alma la “opción preferencial por los pobres”. Un día antes de su muerte pronunció el siguiente sermón como protesta y acusación al Ejército salvadoreño por las reiteradas masacres y asesinatos a campesinos, estudiantes y ciudadanos:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante la orden de matar que de un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios que cese la represión”.

La canción “El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés”, fue dedica por su autor Rubén Blades y Seis del Solar & Son del Solar, en honor a su vida, y por el asesinato perpetuado en 1980 en la ciudad de San Salvador.

Después de 36 años de su partida física, cientos feligreses salvadoreños esperan que el beato sea canonizado.

El proceso de beatificación del arzobispo Romero estuvo paralizado en la Congregación para la Causa de los Santos por varios años, hasta que en abril de 2013 el papa Francisco lo mando activar, siendo finalmente beatificado el pasado 23 de mayo de 2015.

Según el arzobispo Escobar, «a finales de octubre de 2015 se enviaron expedientes de dos milagros realizados por Romero» para que fueran estudiados y analizados por la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano, en Roma.

Manifestó también que «se han realizado todos los pasos, pero aún queda que se verifique científicamente y desde el punto de vista teológico un milagro (…) no es lo mismo que unas gracias o intercesión divina y eso es lo que debe de ser estudiado».

Escobar puntualizo que el «estudio es severo y que dependerá del resultado del mismo que Romero sea canonizado». «Hasta que se analiza a profundidad se conoce si es aprobado o no (…) en el caso de que no sea aprobado ninguno de los milagros que hemos mandado seguiremos intentando hasta lograr el objetivo».

Óscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto 1917, en Ciudad Barrios departamento de San Miguel (este). Fue el segundo de ocho hermanos, hijo de Santos y Guadalupe. Fue un incansable luchador de los derechos humanos y abrió las puertas de la iglesia salvadoreña a los campesinos desplazados.

Durante los años 80 escribió una larga carta al entonces presidente estadounidense Jimmy Carter para pedirle que cancelara toda ayuda militar en su país.

El domingo 23 de marzo de 1980 monseñor Romero pronunció su última homilía. Fue considerada su sentencia de muerte por la fuerte denuncia que realizó.

“En nombre de Dios y de este pueblo sufrido (…) les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión”.

Un día después, el 24 de marzo de 1980, monseñor Óscar Arnulfo Romero fue asesinado de un disparo mientras oficiaba la eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia.

Murió a manos de un francotirador que formaba parte de los escuadrones de la muerte de ultraderecha, financiada por la Agencia Central Estadounidense (CIA, por su sigla en inglés).