En marzo, cuando ganaba fuerza el coronavirus en Estados Unidos, un poco anunciado servicio de videollamadas de repente se encontró bajo los reflectores.

Y tan rápido como Zoom se convirtió en un nombre conocido para conectar a colegas de trabajo, grupos de iglesia y escuela, amigos, familia, clubes de lectura y otros durante las cuarentenas, también obtuvo una reputación por su laxa seguridad cuando intrusos entraban a reuniones privadas o simplemente espiaban conversaciones íntimas.

El 1 de abril, tras una serie de demandas por violaciones a la seguridad, el director general Eric Yuan ordenó que se suspendieran las nuevas herramientas y prometió arreglar las fallas del servicio en 90 días. Y dicho plazo llegó.