Por Elda Cantú

Algún día hablaremos de la vida antes de la pandemia (AP) y después de la pandemia (DP). Pero la realidad es que esta no es una crisis puntual, sino una época: estamos instalados en la Era de la Pandemia.

“Las olas destructivas de la COVID-19 han infligido su propia desesperanza en la humanidad del siglo XXI, dejando a muchos con la duda de cuándo terminará la pandemia”, escribe Gina Kolata, nuestra colega experta en ciencia y medicina, en un ensayo reciente.

Estamos frustrados porque el virus aún no está bajo control y porque colectivamente no nos hemos puesto de acuerdo sobre las soluciones para domarlo.

Por ejemplo, si bien la vacuna de Moderna ha demostrado mayor efectividad que las demás, aún no está ampliamente disponible. Y aunque los fabricantes insisten en que se trata de un asunto de capacidad productiva, un reportaje reciente muestra que la distribución parece impulsada por un afán de ganancias que ocasiona que países como Colombia y Tailandia paguen sobreprecios por las dosis, y Botsuana espere un envío demorado mientras que las naciones más adineradas no tienen problemas de acceso.

A nivel individual, la decisión de vacunarse sigue siendo un desafío y tiene distinto impacto en cada persona y comunidad. La trinchera más reciente del debate es en torno a los niños, un tema que ya hemos tratado en este boletín, y sobre el que esta semana escribió nuestro colega David Leonhard en su boletín en inglés The Morning: “Un niño no vacunado tiene menos riesgo de sufrir una versión grave de covid que una persona de 70 años vacunada”. Conscientes del interés sobre el asunto, aquí tradujimos la pieza completa.

La realidad es que la pandemia va retrocediendo — aunque sea como en un juego de escaleras y serpientes: a veces con acelerones y otras con reveses— y esto se debe en gran parte a la inmunidad colectiva. Claro, existen dudas sobre la cantidad y el tipo de anticuerpos y hay quienes incluso aseguran que los que sobrevivieron a la covid no necesitan vacunarse. Pero los estudios y los expertos coinciden en que lo mejor es redoblar la inmunidad frente al virus. “Si contrajiste la infección y luego te vacunaste, tienes superpoderes”, dijo Jennifer Gommerman, inmunóloga de la Universidad de Toronto.

Sucede que el SARS-CoV-2 ha demostrado tener una gran capacidad de adaptación. Los científicos han aprendido que “entre los incontables cambios que puede realizar el coronavirus hay tres posibilidades preocupantes: que se haga más transmisible, que sea más hábil para evadir nuestro sistema inmunitario o que se haga más agresivo y produzca enfermedades más graves”. Vale la pena leer con calma esta nota de nuestra colega Emily Anthes,que hace un balance de los aciertos y desaciertos de la ciencia frente al virus, y ofrece un panorama de lo que podría depararnos el futuro: vamos avanzando, pero aún se vislumbran mascarillas, hospitalizaciones y tanques de oxígeno.

Tal vez por ello, “mucha gente predice que las cosas seguirán mal o empeorarán en los próximos meses”, como escribía Nick Kristoff en una de sus últimas columnas de Opinión. Kristoff, que se retira del diario tras una carrera multipremiada de 37 años para emprender un camino en la política de su natal Oregón, dice sentir una suerte de optimismo cauteloso.

“En definitiva”, vaticina, “es muy probable que a principios del año que viene nos sintamos mucho mejor que ahora”.

Que así sea.

‘El recogecadáveres del Estrecho’

“Ningún padre quiere que su hijo vea estas cosas”, dijo Martín Zamora, quien trabaja con uno de sus hijos. “Pero este es el mundo en el que vivimos”.Samuel Aranda para The New York Times.

 El dueño de una funeraria cerca de Gibraltar ofrece un inusual servicio: recoge los cadáveres de los migrantes que no sobreviven la travesía marina camino a España y luego busca a los familiares en Marruecos y otras partes de África para repatriarlos.

“Tengo la sensación de que dentro de unos años en la historia, la gente del futuro —dentro de 30, 40, 50 años, no sé cuántos— nos verán un poco como monstruos”, dijo. “Nos van a ver como monstruos porque verán cómo dejamos a la gente morir así”.

Solo en la primera mitad de 2021, murieron o desaparecieron 2087 personas que intentaban llegar a las costas españolas, entre ellos más de 90 niños, según una ONG especializada.