Por César David Santana

Preámbulo
Aun sin haber concluido –del todo- el proceso de conteo de los votos emitidos en las recientes elecciones, presidenciales y congresuales, celebradas en República Dominicana; habida cuenta de su pertinencia para fines del programa de Maestría en Ciencias Políticas que venimos cursando, haremos nuestro mejor intento por analizarlo.

Por una cuestión de honestidad intelectual –y académica- debemos aclarar que no somos lo que podría decirse “observadores imparciales” (pocos lo son), sino más bien, un partisano (morado) que, como muchos otros, hace rato, dejamos de “militar”; en el sentido de hacer vida partidaria, propiamente dicha. Más bien, hemos pasado a ser “afiliados”; dígase, votantes y defensores de las posiciones macro-ideológicas; dígase, el liberalismo progresista (o progresismo liberal?), y todo lo que ello representa en materia de políticas sociales encaminadas a la redistribución del ingreso, la elevación del nivel de vida de las masas, el empoderamiento político (no corporativo) de la ciudadanía, la reivindicación del rol (verdaderamente) “regulador” del Estado, y en fin, la liberación nacional de la pobreza y el subdesarrollo, concebidos como la eliminación de las taras que bloquean la consecución de dichos objetivos.

Desde el punto de vista profesional, desde hace cuatro décadas, más o menos, hemos compartido, no siempre de modo simultáneo, la docencia universitaria, en la Escuela de Sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y el servicio civil, en la Administración Pública del país.

Las consideraciones que siguen, asimismo, tienen como antecedentes algunos escritos –y ensayos- previos, que hemos ido produciendo desde hace un año, cuando enviamos una primera colaboración al periódico “Olympus Digital”, donde se han publicado otras cuatro más; todas relacionadas con la presente “coyuntura electoral”. De hecho, en la medida necesaria, nos reservamos el derecho de citar esos trabajos.

En esta oportunidad, nos ocuparemos, fundamentalmente, de tres aspectos de dicho proceso que nos parecen relevantes: los resultados; las posibles causas, incluyendo antecedentes “hacederos”; y un vistazo hacia posibles perspectivas futuras, hasta donde ello es posible. Veamos.

I. Los resultados
Realmente, el “quid” de todo buen análisis de un proceso electoral estriba en tener claro sus resultados. Aún cuando pueda parecer una verdad de Perogrullo, no siempre todos los “analistas” parten de dicha premisa.

En el caso que nos ocupa, existe la “complicación” de que quedan algunos puestos electivos por definir, según da cuenta la prensa matutina de hoy. Pero, en lo fundamental, el resultado principal, de ambos niveles de elección están claros. El vencedor lo fue el principal partido de oposición, el Revolucionario Moderno (PRM), que, con algo más de dos millones de votos, logró, no sólo la Presidencia (y la vice-presidencia) de la República, sino que también obtuvo la mayor cantidad de congresistas; dígase, de senadores y diputados.

Desde el punto de vista del “despeje” de la situación política, lo más relevante de dicho resultado lo es la definición de un ganador en primera vuelta, lo que deja sin efecto la posibilidad de una segunda, con todo lo que ello suele implicar en términos de gobernabilidad, acorde a aprensiones de muchos, no siempre infundadas.

Efectivamente, como señaláramos en el debate oral, la doble vuelta tiene implicaciones en términos de cómo se conforma la mayoría gobernante y, consecuentemente, en la calidad de la democracia. La idea es asegurar que la misma no represente menos del 50 por ciento del electorado. No obstante, ello puede requerir alianzas que, por tener como actores fuerzas de orientación ideológica muy distinta, no resultan en un “consenso operante”. De ahí que, en algunos países, más que un 50%, se requiere una sólida mayoría, de no menos del 45%, y una distancia, en relación a la segunda fuerza, no menor del 10% del electorado.

De igual manera, el evitar la segunda vuelta implicó despejar cualquier posible escenario de “disrupción” del relevo presidencial constitucional, como habría sucedido en caso que al 16 de agosto no tuviésemos un nuevo presidente electo. En todos los “ratings” de clima de inversión, para República Dominicana, uno de los aspectos que más se “ofertan” como un atractivo indiscutible es la “longevidad” de la democracia dominicana, medida –esencialmente- en función de un largo proceso de transiciones gubernamentales –más o menos- pacíficas.

1.1. Los números

En efecto, según la JCE, los resultados fueron como sigue:

RESULTADOS PRELIMINARES
• Alianzas Resumido
• Alianzas Detallado
• Sin Alianzas

PLD Y ALIADOS 1,537,078

37.46%

PRM Y ALIADOS 2,154,866

52.52%

PRSC Y ALIADOS 365,226

8.90%

ALPAIS 39,458

0.96%

PDI 3,484

0.08%

PNVC 3,250 (1)

Como es posible observar, lo primero que destaca en esos resultados, es la polarización entre las fuerzas que ocuparon los dos primeros lugares; dígase, las alianzas encabezadas por el ganador, el PRM, y el “oficialista” Partido de la Liberación Dominicana, mejor conocido por las siglas PLD. Al decir “alianzas”, queda claro que hubo otras organizaciones que apoyaron a ambos partidos. En el caso del PRM, 5 organizaciones; en el del PLD, otras 8; entre las cuales, sobresale el Partido Revolucionario Dominicano, cuyo principal dirigente, Miguel Vargas Maldonado, es –todavía- el Canciller de República Dominicana.

Dicha polarización, no obstante, no fue absoluta. De hecho, hubo un tercer “polo”, formalmente encabezado por el PRSC, el Partido Reformista Social Cristiano, fundado por el extinto Joaquín Balaguer, pero –en los hechos- encabezado por la recién formada Fuerza del Pueblo, cuyo líder, Leonel Fernández, -como es de todos sabido- formó dicha parcela al abandonar las filas del hasta hoy Partido Oficial, luego de haber sido Presidente Constitucional, por dicha organización, en tres oportunidades. Dicha “fuerza”, en el nivel presidencial, fue respaldada por otras 5 formaciones políticas.

Las cifras antes mostradas hacen referencia al nivel presidencial. Para lo atinente al nivel congresual, habría que mostrar otras gráficas, como intentamos, a seguidas. Se observa que el patrón – en general- se repitió, y el PRM se hizo con una visible mayoría, tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados. También son observables las pérdidas de curules de los demás.

Demografía electoral
Población 10 448 499
Hab. inscritos 7 529 932
Votantes 4 163 275
Participación
55.29 %   14.3 %
Votos válidos 4 103 332
Votos nulos 59 943
Resultados
Luis Abinader – PRM
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Votos 2 154 876
Senadores obtenidos 18 15 (+)
Diputados obtenidos 81 39 (+)
52.52 %
Gonzalo Castillo – PLD
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Votos 1 537 041
Senadores obtenidos 6  23 (-)
Diputados obtenidos 63  16 (-)
37.46 %
Leonel Fernández – FP
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Votos 365 230
Senadores obtenidos 7   7
Diputados obtenidos 4   4
8.90 %
Guillermo Moreno – ALPAÍS
Votos 39 458
Senadores obtenidos 0   0
Diputados obtenidos 0   0
0.96 %

1.2. Las posibles consecuencias

Como es posible ver, el nuevo Presidente contará con una cómoda mayoría congresual, lo que se traducirá en “espacio político” para sus iniciativas. Pese a que no tiene mayoría absoluta en la Cámara Baja, dado su principalía, se puede dar por descontado su capacidad de obtener los votos necesarios para ello, cuando se requiera.

No así sucede con la oposición. Si bien el hoy partido de gobierno tendrá una representación numéricamente importante en la Cámara de Diputados, con 67 miembros, tendrá 16 menos que ahora. De igual manera, en cuanto al Senado, sólo tendrá 6 representantes, comparados con los 29 de este momento. Obvio, cabe señalar que los senadores y diputados actuales incluyen al sector “contestatario”, hoy agrupado bajo el nombre Fuerza del Pueblo. De hecho, es conocido que dicha facción tenía el control de 10 senadores, los cuales jugaron un papel protagónico en frustrar los intentos de reforma constitucional, auspiciada por el sector peledeísta que responde a los lineamientos del actual Presidente, Danilo Medina.

Dicha organización, FP, constituye la “novedad” del espectro político dominicano. Pese a ser de formación relativamente reciente, no hay dudas que jugó un rol importante en la redefinición del cuadro de fuerzas. Tanto por el hecho de estar dirigido por un político carismático, tres veces Presidente de la República, por su capacidad de concertar alianzas, particularmente, con la “centro-derecha”, como por provenir del Partido Oficial, como resultado de una división en sus filas, la nueva organización tuvo una presencia importante en todo el torneo, al punto que casi logra quebrar la polarización. De hecho, hasta un cierto punto lo logró, habida cuenta que se acercó al 10 de la votación -8.90%-, cosa que no había logrado ninguna otra “tercera fuerza”, desde que el PLD emergió electoralmente, a principios de los ochenta.

No obstante, en relación a lo que parecía como su propósito estratégico –determinar la victoria del ganador, en segunda vuelta-, no hay dudas que se quedó corto; lo cual podría constituir un serio traspié, cuyas consecuencias es temprano para juzgar. Tal sería la importancia de ese hecho que, buena parte de sus figuras más icónicas, tratando de ocultar su decepción, han proclamado que su objetivo –sacar del Palacio Nacional a los “engreídos”- se cumplió; con lo cual parecería que un partido que dice aspirar a gobernar se contenta –simplemente- con lograr “desalojar del poder” a sus antiguos camaradas, pero sin poder ofrecer a las bases de ese partido –a las cuales cortejaron durante el proceso electoral- alternativa alguna de permanencia en sus puestos en el tren administrativo público, habida cuenta que ya no serían parte del nuevo estamento gubernamental, como derecho ganado en virtud de su votación en los comicios.

Así las cosas, podríamos decir que la oposición parece que va a recaer –esencialmente- en el hoy Partido Oficial. Dada la primacía del partido ganador, en todos los niveles, dicho gobierno tendrá un gran poder de maniobra. Dado que el partido “desalojado” del poder sufrió una merma considerable en su votación, y –de hecho- una división, su eventual “recomposición” hasta volver a convertirse en una opción electoral alternativa, de cara a futuros comicios, podría tomar tiempo y esfuerzo, pese a su votación, relativamente, importante.

II. Las causas del triunfo de unos y la derrota de otros

Uno de los tópicos más difíciles de dilucidar –aun cuando inevitable, en estos casos- es la causa de la victoria de unos y el fracaso electoral de otros; por demás, “dialécticamente” entrelazados. Dicho tópico ha sido el tema “obligado”, en los escenarios de análisis políticos; particularmente, en los medios de comunicación.

De manera sumaria, podríamos intentar enumerarlas:

2.1. La división, orgánicamente “consumada”, con la salida de la facción “rebelde” –dirigida por el antiguo “líder del partido” y tres veces Presidente de la República, y la formación de una nueva organización que compitió, como parte de un bloque, con el partido “madre”.

2.2. La asunción –en gran medida- “formal” del candidato morado, incluso, por una parte de los que “se quedaron” ante el escenario de división. Las razones podrían ser variadas. Desde la “falta de discurso” del mismo, hasta el hecho de su relación “umbilical” con el Presidente Medina; entre otros, que habría hecho sentir como “desplazados” a otros pre-candidatos, que nunca lo aceptaron.

2.3. El desgaste del PLD. A su vez, esto también podría ser atribuido a más de una razón: por una parte, la presunción de corrupción generalizada que arropó a la organización; sobre todo, a partir de los escándalos revelados en el ámbito de la justicia de Estados Unidos, como el de (la empresa) Odebrecht, para sólo citar el más señero. La impunidad, real o sobredimensionada, que se refuerza por la tendencia mostrada al control “preventivo” de la justicia, por parte del Partido Morado, antes y ahora. Igualmente, el abultamiento clientelar de la nómina pública, entendible en una organización que se “relevó” en el poder, pero no por ello menos sensible para el imaginario colectivo. Por último, el efecto “cansancio” que produce la mera continuidad de una misma organización política en el poder.

2.4. Otros factores “menores”, pero que no dejan de tener importancia lo fue la asunción de posiciones que hicieron a dicha organización entrar en conflicto con sectores “convencionales” de poder. En dicho ámbito, caerían el tema del aborto, así como la confrontación de la Sentencia 168-13 y su “superación” por la Ley 169-14, que sirvió de base al Plan de Regulación de inmigrantes. Con una importancia difícil de precisar, acaso también haya influido una situación de relativa “inconformidad” del Gobierno de los Estados Unidos, tanto por el tema de la corrupción, como por la ruptura con Taiwán y el acercamiento con China Continental.

Todos esos factores, al combinarse, hicieron que las contribuciones del PLD al fortalecimiento de la economía, a la redistribución del ingreso, y a la inclusión de los más carenciados a la lógica de funcionamiento del Estado, quedaran –temporalmente- relativizados.

Hablamos de temas como el surgimiento y/o reforzamiento de los mecanismos estatales de prestación de servicios a la ciudadanía; como serían el 4% a la educación y sus secuelas: tanda extendida, alimentación escolar, estancias infantiles; República digital y los servicios en línea; los programas de seguridad social, desde el 911, hasta –prácticamente- la universalización del seguro básico de salud y la remodelación de los hospitales del Estado; los programas sociales compensatorios, desde el sistema de subsidios condicionados, hasta la atención a la vejez y los incapacitados; el combate contra la pobreza, general y crítica; para no hablar de otros temas concernientes a la economía, desde el fomento a las Mipymes, hasta el crédito solidario a los productores del campo, para no hacer mención de las grandes inversiones en infraestructura vial, de transporte y energética.

III. Las perspectivas y/o posible evolución de la situación, a futuro

De entrada, debemos decir que si “analizar” las posibles causas del triunfo de unos y la derrota de otros es difícil, con mayor vera lo es “predecir el futuro”; sobre todo, cuando el nuevo gobierno aún no ha tomado posesión, y es “complicado” interpretar sus “señales”.

No obstante, obligado a decir algo, cabe señalar que, en función de las designaciones conocidas hasta ahora, todo indica que se trata de un gobierno con una impronta empresarial mayor que el que sale. Ello es cónsono con la extracción social de sus más connotados dirigentes, y sus posiciones frente a temas claves, como la participación del Estado en la economía, los reiterados reclamos en pro de la reducción del gasto público, el tema de la deuda y su supuesto carácter desorbitado, etc.

En cuanto a la “oposición”, ya hablamos del PLD y los (posibles) avatares que podrían aguardarle, incluyendo probables procesos judiciales. En cuanto a la izquierda, dado que su fuerza real nunca ha dependido de su caudal electoral, n o creemos que habrá cambios importantes para ella, en el escenario nacional; salvo una posible necesidad de
“definición” frente al futuro gobierno y sus posibles orientaciones social (e ideológicamente) más conservadoras que el régimen actual.

En lo concerniente al partido “emergente”, la Fuerza del Pueblo, sólo nos queda definirlo como una incógnita a “despejar”. Como señaláramos, al no haber podido convertirse en la bisagra del proceso electoral, y con una cúpula acostumbrada al poder, no le vemos mayores posibilidades de hacer oposición real, ni de ejecutar un proceso de diferenciación exitoso, ni en relación al nuevo gobierno, ni mucho menos en relación a su “viejo partido”.-

Referencias:
(1) Junta Central Electoral. https://jce.gob.do/Resultados-Electorales
(2) Ibidem.

César David Santana
Escuela de Sociología y MCPPP, UASD. Código 79-2083; Mat. 72-2415
16-7-2020