Horrorizados por tantos asesinatos, violencia, secuestros, torturas y suicidios.
Un reinado de terror nos priva de la seguridad.
La Iglesia denuncia al instigador y promotor del mal.
El Papa San Pablo VI, desde el texto de las Tentaciones de Cristo en el desierto,
en la Audiencia General del Miércoles 15 de noviembre de 1972, nos llama a la prevención contra aquel mal que llamamos el Demonio, un agente oscuro y enemigo, no una deficiencia, sino una eficiencia del mal mismo, ser vivo, espiritual, pervertido y perversor terrible y pavoroso.
Nuestro Señor Jesucristo nos convoca al combate, a estar en guardia ante el adversario, el «príncipe y dios de este mundo», y su lucha a oscuras contra nosotros.
Tentador engañoso y fatal, el Demonio no podrá privarnos, si así lo decidimos, de la redención de Cristo gracias a los exorcismos del Bautismo y los Sacramentos, al seguir las frecuentes exhortaciones de la Sagrada Escritura y de la Liturgia de la Iglesia Católica que nos puede liberar de la agresiva y opresora «potestad de las tinieblas» de nuestro enemigo número uno por excelencia que quiere sembrar en nuestras vidas perturbaciones y vicisitudes como cizaña que ceece entre el trigo de Dios.
Satanás es homicida desde el principio y el padre de toda falsedad», insidiador sofístico del equilibrio moral del hombre.
Pérfido y astuto encantador, sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la concupiscencia, de la lógica utópica, o de los desordenados contactos sociales en el juego de nuestro actuar, para introducir en él desviaciones, tanto más nocivas cuanto que en apariencia son conformes a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras instintivas y profundas aspiraciones.
Tomemos postura contra el Demonio y sobre la influencia que puede ejercer, tanto en cada una de las personas como en comunidades, sociedades enteras o acontecimientos.
Hay que abrir la propia alma para que sea visitada tantas veces por la Presencia Eucarística, y así ser habitada por el Espíritu Santo.
Rompamos y rechacemos la experiencias libertinas de los sentidos, de los estupefacientes, como igualmente de las seducciones ideológicas de los errores de moda; fisuras estas a través de las cuales puede penetrar fácilmente el Maligno y alterar la mentalidad humana.
El «mysterium iniquitatis» es aniquilado por el amor de Cristo ante el egoísmo frío y cruel, desechando el odio consciente y rebelde.
Católicos, militantes alertas y vigilantes fuertes ante los ataques e incursiones diabólicas con el recurso ascético de una vida rigurosa de oración, ayuno y sobriedad, realizando las Obras de Misericordia que señala a toda hora la verdadera fe de los Santos Apóstoles y Mártires.