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Por: Jhanfri D. Féliz

Esta mañana, al llegar a mi centro de estudios universitarios, encuentro a mis compañeros eufóricos, tratando temas en cuanto al avance de la Biología y las ciencias experimentales. Adentrándome en el diálogo escucho diversas perspectivas que juzgan el hecho de la niña fallecida hace días en el Hospital Robert Reid… y es paradójico emitir un juicio moral digno del hecho.
¡Esperen!

Creo que el mayor problema, en este caso, es la indiferencia radical que la postmodernidad nos lega. Insisto, quizás nadie sepa lo que esto significa, y de manera enigmática a diario lo vivimos con más fiereza que los postulados de Thomas Hobbes: “El hombre es un hombre contra el hombre”.  

En nuestra amada Quisqueya, la justicia social carece de fundamentos, puesto que nos planteamos una serie de criterios que intentan buscar el bien al ser humano… y en el camino fallamos. Quienes tienen fortuna sin justificar, tienen la libertad de salir del país cuantas veces le dé la gana, y quien trata de salvaguardar la vida de su hija es encarcelada.

¡Vaya, vaya, prisión domiciliaria para las élites que a diario nos toma, chantajean y estafan y a la chirola` quienes tratamos de salvar la vida de nuestros hijos!

La aplicación de la Ley debe hacernos mejores personas, no esclavos de quienes gobiernan, sino de los buenos principios que inspiren causas justas. El profesor Juan Bosch decía: “Podrán matar mi cuerpo, no mis principios…” Y precisamente criterios como este son imperantes en nuestro país. Más que una tarjeta de seguros limitado para algunos, es necesario un seguro capaz de responder a nuestras necesidades básicas de salud. Solo cambiaremos la historia, para bien, cuando seamos capaces de darnos la mano sin mirar color de piel, religión o estatus social. Todos somos una sola nación y necesariamente debemos superar el individualismo abusivo que solo beneficia a algunos. Necesariamente debemos vernos como hermanos, no como medios para conseguir un fin.