Padre Luis Rosario

No son pocos los que tienen miedo a los velones encendidos, menos cuando se va la energía eléctrica y no existe otra forma de disipar la oscuridad. Las velas encendidas pueden oler a superstición y brujería. Es cierto, pero nadie puede cuestionar que también son una hermosa expresión de fe y amor.

En el barrio de Villa Juana de la ciudad de Santo Domingo, hay un hermoso templo parroquial dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. El terreno donde está el barrio de Villa Juana, era una plantación de caña, propiedad de la familia Peña Batlle, al frente de la cual estuvo el señor Buenaventura Peña. El nombre de Villa Juana se le dio en honor a doña Juana Batlle, de origen española, esposa de Buenaventura Peña (Venturita).

El terreno donde estaban los potreros de Venturita, sirvieron de base para esta barriada, y un solar donado por un alma noble posibilitó el inicio de esta obra apostólica que motivó la construcción del templo al Sagrado Corazón de Jesús, por iniciativa del sacerdote salesiano José Ortiz, de origen mexicano.

Consta en los anales de la obra salesiana de ese lugar, que cada obrero se propuso aportar la cantidad, ya desaparecida por su insignificancia, de veinticinco centavos para mantener cada día un velón encendido delante de un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que entronizaron en la parte central del solar escogido para la construcción y mantenerlo así iluminado hasta el término de los trabajos.

Testimonian así que en la vida es imprescindible mantener un velón encendido que ilumine los pasos a dar, para no tropezar. La luz de la fe hará posible el milagro de la construcción de una vida misericordiosa para bien de la humanidad.